lunes, 29 de junio de 2009

Derechos históricos

El primer ministro dio un gran paso en pro de la paz, al declarar en el discurso que pronunció en la Universidad Bar Ilan, que aceptaba el principio de “Dos estados para dos pueblos”. No deja de ser menos importante su demostración de estadista inteligente, al lograr mantener íntegra su coalición no obstante el discurso.
La derecha prefirió beber ese trago amargo, en lugar de verse gobernada por la izquierda. La sagacidad de Bibi lo previó y por ella consideró que su declaración no pondría en peligro a su gobierno. Pero no hubiera sido lo mismo si en su discurso hubiese acordado con Obama en desmantelar las colonias. Sería oponerse en demasía a las convicciones de la gente que le facilitó su ascenso al poder, por cuyo motivo prefirió no tocar el tema.
No se debe negar que los asentamientos son una traba para el comienzo de las deliberaciones. No atenúa la magnitud del problema el hecho de haber sido, algunos de ellos, autorizados por gobiernos democráticamente elegidos por el pueblo. Aunque Netanyahu haga peligrar su gobieno, debe ordenar el desmantelamiento inmediato de los asentimientos ilegales, postergando el de las colonias que fueron permitidas, dada su importancia y tamaño, hasta tanto se resuelva su destino en las tratativas de paz. Este otro difícil paso que no anunció en su discurso, lo tendrá que dar, como lo quisieron dar algunos de sus antecesores cuando estuvieron dispuestos con valentía a “dolorosas concesiones” para llegar a la paz. No habrá otra alternativa. Ese paso lo exigen nuestros aliados occidentales que se mantienen firmes en sus recientes declaraciones. Lo exige ese gran sector del pueblo que desea vivir en paz con los vecinos, ese sector del pueblo que deja de lado sentimientos anacrónicos que dificultan hasta lo imposible, el camino que nos puede llevar a vivir sin guerras ni amenazas. Desmantelar las colonias no significa entregar territorios. Jamás volver al error de Gush Katif en el que no supimos valorar en qué manos quedaba la importante zona.
Se sostuvo después de la guerra de los seis días, que los territorios servirán de carta de triunfo en las negociaciones. Si cambiamos de parecer y queremos anexarlos, quedarán destruídos el sueño de un arreglo y la esperanza de paz. En este caso será una hipocresía desparramar por el mundo que nosotros queremos llegar a un entendimiento y que son los árabes los que se oponen . Y si no es así, si pensamos devolverlos a cambio de amistad y fronteras seguras, ¿no es ridículo y contradictorio permitir que nuestra derecha instale allí sus colonias? Esas colonias no son carpitas de fin de semana. Tienen la intención de hacer que esos terrenos vuelvan a formar parte de Eretz Israel como lo fueron en la época del rey Salomón. Si no los desalojamos, con el tiempo serán otro Ariel , Maleh Adumim, etc., y es volver a incurrir es esos errores hoy tan difíciles de reparar. Admito que no será suficiente ponernos a deliberar con los palestinos moderados que con sinceridad nos quieren como buenos vecinos. Existen fuertes grupos y países que no nos pueden ver viviendo en la región y que en todos los intentos de llegar a un acuerdo, han influido sobre las delegaciones palestinas para que se nieguen a firmar en el último momento. Llegar a la paz mientras los tengamos cerca a esos grupos, será muy difícil. Pero no pongamos trabas que podemos evitar. No dificultemos también nosotros el comienzo de las tratativas.
La derecha, que con sus leyes y proyectos de leyes tiende a convertir a Israel en una teocracia, no da el brazo a torcer. Según ese fuerte sector, el derecho histórico esta por encima de la paz. Netanyahu sabe que con sus actuales aliados, jamás podrá conseguir que los palestinos se sienten a deliberar. Sabe que el gran escollo son las colonias en los territorios, que amenazan con provocar el retiro del indispensable apoyo del mundo occidental. Seguramente sabe también, que es ridículo y contradictorio poner precio a los territorios y a la vez incautarlos con su colonización. ¿La solución? Antes que la derecha se retire de la coalición, proponer nuevamente a la oposición que deje de serlo y se integre al gobierno para luchar juntos en un equipo que no se rija por derechos que plantea el pasado, sino que actúe de acuerdo a las necesidades del presente. Pienso que esta vez, la izquierda moderada no se negará.
Por favor, sentémosnos a deliberar aunque los palestinos digan, como siempre dijeron, que no a último momento. Siempre es bueno volver a intentar, la paz lo merece. Tampoco olvidemos que no son los palestinos los que siempre se negaron, sino sus dirigentes influenciados o amenazados por sanguinarios terrorista que subyugan a su pueblo. Salvemos todas las trabas de nuestro lado y comencemos a discutir con el enemigo sin condiciones previas, porque mientras hayan discusiones, aunque sean difíciles y escabrosas, la esperanza de un arreglo de paz siempre existe.
Samuel Auerbach.
Netanya

Los asentamientos

Existen dos tipos de asentamientos: los legales y los que no lo son. Los primeros son producto de la política que mantuvieron los partidos de la derecha israelí, con la autorización de los gobiernos que se sucedieron después de la guerra de los seis días. Los ilegales son los que no fueron autorizados por el gobierno, aunque gozaron siempre de la tácita aprobación de los partidos de extrema derecha que integraron las coaliciones. Ambos tienen como finalidad anexar “de facto” los terrenos conquistados y no ser devueltos jamás, con el falso pretexto de otorgar seguridad a Israel. Según ellos es una manera de alejar las fronteras de los centros poblados sin tomar en cuenta que unos pocos kilómetros no son ninguna seguridad. Por otro lado, los asentamientos son poblados que se instalan casi en el borde de la frontera alejada, lo que contradice y desvirtúa ese pretexto. El motivo real de esa política, es que la Cisjordania era parte de los reinos bíblicos judíos. La guerra de los seis días les ofreció una buena oportunidad para recuperarlos. Pero la extrema derecha no toma en cuenta que se terminaron esos tiempos en que se podía decir “aquí me quedo y de aquí no me voy”, y que tarde o temprano serán desalojados. Lo exige el cumplimiento de premisas internacionales, y, además, el reintegro a los territorios del importante papel de carta de triunfo que siempre se pensó usar en futuras tratativas, carta de triunfo que servirá para exigir que la entrega de cada centímetro de su superficie, deberá estar supeditada a medidas que tiendan a una absoluta seguridad y a una paz duradera para el pueblo de Israel.

Los colonos tienen a su disposición la Galilea, físicamente en nada inferior a la Cisjordania, como lugar alternativo para instalar sus hogares. Ese imponderable territorio israelí con su generoso clima, sus verdes valles y ondulantes cerros, gustoso podrá cobijar a todos los judíos que lo quieran hacer, y volcar así a nuestro favor la proporción con la población árabe allí existente, que superará en mucho a la judía cuando menos lo imaginemos.

Es evidente que los asentamientos más antiguos han experimentado un crecimiento natural tal, que torna su desmantelamiento por demás problemático. En ese caso no habrá otra solución que introducirlos dentro del paquete a discutir.

Para conformar a su tío del norte, el gobierno israelí comenzó a desmantelar algunas colonias ilegales. Pero los colonos, burlándose de la autoridad, volvieron a incurrir una y otra vez en el mismo delito, amparados por los partidos de derecha que amenazan constantemente al primer ministro con romper la coalición.

Es fácil suponer que esas amenazas hicieron que Netanyahu, en el esperado discurso que pronunció en la Universidad de Bar Ilan, se olvidara por completo de referirse al desmantelamiento de las colonias. Parece ser que Obama, satisfecho por la decisión del primer ministro de permitir el establecimiento de dos estados en la región, también se olvidó de lo mismo. Pero los que no se olvidaron son los árabes, quienes consideran a esa omisión, junto a otras condiciones previas exigidas en el discurso, vallas insalvables que les imposibilitan sentarse a negociar.

Samuel Auerbach.

viernes, 19 de junio de 2009

El fin justifica los medios

“El fin justifica los medios”, conocido refrán que hoy los españoles completan diciendo sabiamente “pero no cuando el medio es el crimen”, a raíz del reciente atentado perpetrado por la organización Eta, en el que costó la vida del policía Eduardo Puelles García. Condenas de distintas fuentes fueron escuchadas a través de la televisión española. Minutos de silencio en todo el pueblo en memoria de la víctima, por parte del oficialismo y la oposición. La televisión española vuelca al mundo con toda su potencia, el unánime y profundo dolor que el crimen provocó en el pueblo y en las esferas políticas. Yo también condeno el atentado como estoy seguro también lo condena el mundo civilizado. Pero nunca vimos a la prensa española condenar los atentados que el terrorismo efectúa en Israel. Por su causa han dejado existir no sólo una persona, sino una indiscriminada cantidad de vidas en un instante. Y fueron cientos las muertes entre mujeres, niños y ancianos. Y fueron miles los heridos y muchos los inválidos que resultaron. Deportistas, alumnos, mujeres embarazadas, etc., etc. Y fueron muchos los atentados. Pero fueron nulas las repulsas y frecuente su difusión minimizada por la prensa española, que a veces tácitamente los parecía justificar. Parece ser que para los medios de difusión en España, ese sabio agregado al conocido refrán, no es aplicable cuando las víctimas son israelíes.
Samuel Auerbach

miércoles, 10 de junio de 2009

Una oportunidad distinta

No se puede negar ni dejar de valorar las buenas intenciones de Obama. Es indiscutible que con su discurso en El Cairo, en el que no faltó nada de lo necesario para los fines propuestos,y en el faltaron detalles que podrían entorpecerlos,logró lo que parecía imposible: simpatía hacia los americanos de gran parte del mundo musulmán. Lo consiguió no obstante la conocida intolerancia que el islam profesa a las culturas ajenas, en especial a la de los EEUU y a la del mundo occidental, y que se transforma en el odio que impulsa al terrorismo en Israel y en el mundo entero. Con su fluida, clara y espontánea elocuencia en la que no olvidó a su abuelo musulmán, logró al cabo de una hora, volcar hacia él y a su país, las simpatías que nunca les fueron dadas por gran parte del islam. Logró expresar que mantiene en toda su integridad el tradicional apoyo a nuestro país, sin que nadie del recinto le tire un zapato, sin que esas palabras eviten el estruendoso aplauso al final de su histórico discurso. Aplaudieron con entusiasmo al mandatario americano que, con el fiel de la justiciera balanza marcando el cero, les ofreció su sincera ayuda.

Puede ser que este final feliz traiga consigo otro que no estuvo al alcance de ninguno de sus antecesores: la paz en Israel. La exigencia árabe de que nosotros devolvamos “todos” los territorios retenidos desde la guerra de los seis días y el retorno a sus hogares en Israel de millones de palestinos, son enormes escollos tan difíciles de sortear, como lo es conseguir la deposición de las armas en manos de grupos que nos amenazan, y el reconocimiento unánime del derecho que le asiste a Israel de existir en la región. Pero la esperanza de paz, ingrediente natural en el alma de todos los judíos, se ve reforzada ahora con Obama, que nos brinda una distinta oportunidad para llegar a ella. No hay que dejarla pasar.

Samuel Auerbach.

viernes, 5 de junio de 2009

¿Que esperaba Israel que Obama dijera?

Bueno, decir Israel es decir algo muy amplio. Su pueblo esperaba que dijera, cuando habló en la Universidad de El Cairo, palabras acordes a cada una de las diferentes opiniones que por él se pasean. Pensándolo bien, sólo existen en Israel dos opiniones principales completamente opuestas. Una es "la derecha” y a los otros se la conoce como "la izquierda”. Aunque las dos partes abogan por tratativas que conduzcan a la paz, la diferencia estriba en la entrega de territorios. "La derecha" quiere llegar a la paz con los árabes sin entregarlos. Ni si quiera deben formar parte de la lista de temas a tratar. Para ello propone dos alternativas. No hay necesidad que nazca un estado árabe. En su lugar, una próspera “economía árabe” en donde tendrán buena comida. La otra alternativa, si es que la anterior no satisface a los primos, sería pedir permiso al rey Hussein, nuestro buen vecino del este, para instalar en su territorio el soñado estado de los palestinos. Cualquier cosa con tal de no entregar nada, absolutamente nada de los sagrados territorios que una vez formaron parte de los antiguos reinos de Judea e Israel. En aquel entonces no existían los palestinos, por lo cual no existe razón alguna para que hoy se instalen agrupados como país dentro de lo que fueron esos reinos. Por supuesto, según ellos, el discurso del presidente de los EEUU en la universidad de El Cairo, un desastre, digno de un antisemita.

La izquierda salió bailando a la calle después del discurso. Obama dijo exactamente lo que ellos proponen: dos estados para dos pueblos, y el derecho de Israel de existir con fronteras seguras al lado de un Estado Palestino, cuyos límites se fijarán en las tratativas de paz que las partes interesadas habrán de llevar a cabo.

Es improcedente discutir si la historia recuerda que hubo, o que nunca hubo palestinos en la zona. Lo real es que los palestinos existen y no vinieron recién. Recordemos que los judíos los reconocieron en el momento en que se decretó la partición de Palestina. ¿Qué hubiera pasado si los árabes no se hubieran opuesto?. Con toda seguridad el territorio de Israel hubiera sido mucho más reducido del que podrá resultar una vez concluídas las tratativas de paz, tratativas que la derecha obstaculiza a causa de sus inaceptables pretenciones.

Samuel Auerbach

Fango muy espeso

La extrema derecha de Israel está usando lo mismos métodos usados por todos los extremista en el mundo, en Argentina, en Venezuela, en el medio oriente y en el oriente, para desacreditar al que no piensa como ellos. Pancartas, insultos, fotomontajes y mentiras contra Obama, los tendrá ocupados de aquí en adelante. No les interesa otra cosa que ver a su sueño de la patria grande de sus antepasados, hecho realidad. Lo triste y sumamente peligroso es que este gobierno los apoya. Para el mundo no es el gobierno el que así procede, es Israel. Los que queremos un poco de tranquilidad estamos incluidos, y lo merecemos por que no hemos hecho nada para no llegar a esto. Sí, acuso a nuestra izquierda moderada que no aceptó a formar parte del gobierno cuando se le ofreció la oportunidad. Qué importancia tenía la estúpida rotación en la silla de la primera magistratura, frente al caos que nos espera y la aislamiento mundial que nos amenaza. Pobre nuestra esperanza que apenas se arrastra sobre ese fango tan espeso. Cuan débil es la luz que nos hace ver al final del camino. Pero la luz no se apagó. Israel siempre demostró tener las fuerzas y cerebros necesarios para sobrevivir en situaciones muy difíciles. El judío dijo y seguirá diciendo, “si nos salvamos del faraón, también nos salvaremos ahora”.

Samuel Auerbach

martes, 2 de junio de 2009

La paz a su manera.

Es cierto que los pueblos tienen el gobierno que se merecen, pero también es cierto que muchos pueblos son víctimas de sus propios gobiernos. Si bien el resultado de las últimas elecciones dio por resultado a la coalición que hoy gobierna a Israel, no significa que esa coalición haga lo que más le conviene al pueblo al negar la premisa “Dos estados para dos pueblos”, aceptada por el anterior gobierno, por su fiel aliado, el mundo occidental y muchos países árabes. Ese principio era el portón que al abrirlo, nos permitiría transitar por el camino que podría conducir a la paz. No existe otro portón que lo haga. Las alternativas propuestas son inaceptables. El jeroglífico “dos economías para dos pueblos” o pedir a Jordania que done parte de sus tierras a los palestinos, son proposiciones utópicas, como vulgarmente se dice, “no tienen pie ni cabeza”. Por otro lado es contradictorio no aceptar a un estado palestino como vecino, pero sugerir que se instale en un lindero territorio ajeno, comprometiendo así las buenas relaciones que mantenemos con uno de los pocos países árabes que aún nos respetan. De esto se deduce que Israel aceptaría el famoso principio, pero con la condición que su concreción no signifique la entrega de territorios, tan caros para nuestra extrema derecha, que ahora manda para desdicha de los que estamos cansados de conflictos. Si tanto luchamos para que nos reconozcan como país soberano en esta región, también debemos reconocer el derecho de existir de los palestinos compartiendo la zona, como lo reconoció Ben Gurión al aceptar la partición de Palestina. Es evidente que las condiciones cambiaron desde ese entonces, como también los límites demarcados. El panorama político de la región no es el mismo. Esos asuntos como todos los demás concernientes, se discutirían en la mesa de la paz, que ni si quiera puede comenzar a deliberar por que este gobierno mantiene cerrado herméticamente a ese portón. Es ridículo querer concertar una paz con un estado que no existe. Por lo tanto nuestro gobierno no quiere la paz. O mejor dicho, quiere la paz a su manera. Quiere un fuerte ejército que asegure la paz a un país más extenso, pero inestable y constantemente amenazado.
Samuel Auerbach.