lunes, 27 de julio de 2009

O colonias o dos estados para dos pueblos.

La ciudad de Jerusalem es para el pueblo de Israel la ciudad santa capital de su estado. El mundo judío no lo discute. Después de la guerra de los seis días , Israel invadió con su ejército la parte oriental de la ciudad que estaba en posesión de Jordania. Esa zona ¿fue conquistada, fue reconquistada o es retenida y supeditada a futuras negociaciones? Para algunos, entre los que se encuentran miembros de la derecha israelí, el lugar fue reconquistado y la ciudad reunificada aunque ello signifique la inclusión de una zona densamente poblada por árabes fuera de las murallas. Para ellos, esa zona en nada se diferencia con el resto de los territorios conquistados, son parte del patrimonio territorial de Israel y no son negociables por acatamiento a derechos bíblicos. Para otros, entre los que se incluye el primer ministro Benjamín Netanyahu, un estado palestino al lado de Israel es posible en el medio oriente, pero no en la zona árabe al este de la ciudad vieja de Jerusalem, al que considera, según propias declaraciones, parte inseparable de la ciudad capital. Lo dijo pero no dio a conocer los motivos. ¿Motivos de seguridad? Si las nuevas fronteras a delimitarse dejarán fuera de ellas a esa zona, la seguridad de Israel allí no será menor que en cualquier otra zona limítrofe. A esto es necesario agregar que la seguridad de Israel no debe estar basada sólo en fronteras seguras, que por otro lado, dudo que hoy las haya, sino también en la certeza de una paz sincera y duradera avalada en la confianza mutua. ¿Motivos religiosos y sentimentales? El consenso unánime es que una parte de la zona este capitalina no es negociable: la ciudad vieja que contiene el muro de los lamentos. El lugar más sagrado que la judeidad posee, jamás se habrá de separar de Jerusalem, ciudad capital del estado de Israel para el resto de los siglos. Pero la otra porción, ese lugar densamente poblado por palestinos, debe ser considerado y tratado como al resto de los territorios. Por lo tanto allí y en el resto de los territorios que se mantienen retenidos hasta tanto se resuelva su destino en las tratativas de paz, el desmantelamiento de los asentamientos ilegales y la prohibición de nuevas construcciones es un deber moral, si es que el Estado de Israel es sincero cuando se declara solidario con la premisa “dos estados para dos pueblos”, y abandona definitivamente la utópica exigencia que el estado palestino se levante dentro de algún país vecino.

Samuel Auerbach.

Netanya, Israel.

Nobleza obliga.

Benjamín Netanyahu hizo suyo el concepto de “dos estados para dos pueblos” en el discurso que pronunció en al Universidad Bar Ilan. Uno israelí y el otro palestino. ¿Dónde se ubicará el estado palestino? No lo dijo, pero si admitimos que descarta, por impracticable, que sea en terrenos de países vecinos o fuera del oriente medio, forzosamente tiene que ser en territorios retenidos por Israel. Es decir, admite tácitamente que el arreglo se hará en base a la entrega de territorios. Entonces ¿qué sentido tiene tolerar los asentamientos ilegales instalados en ellos y permitir nuevas construcciones que deberán se destruídas o entregadas?. Es contradictorio y le resta sinceridad a lo expresado en la universidad. Esa es su abierta política de “ida y vuelta” que le sirve para quedar bien con Dios y con el diablo, basada en la deuda que tiene con la derecha que lo llevó al poder.
La derecha, que se opone terminantemente negociar con "sus territorios reconquistados", cierta vez propuso alternativas que pronto fueron olvidadas. Me refiero a la inaceptable intención de ubicar al nuevo estado palestino en Jordania, y a la incomprensible solución de “dos economías para dos pueblos”. No cabe pensar que a la derecha no le interese la paz. Por supuesto que le interesa, pero sin entregar territorios. Hermoso sueño que se desvanece por completo en la vigilia.
Israel no es el único motivo por el que no se llega a la paz, ni Bibi es el único culpable. La paz no la veré yo, ni mis hijos, tampoco creo que mis nietos. Hasta que no se liberen de los grupos terroristas, que nos odian, que nos quieren borrar del mapa y que son tan bien vistos por el antisemitismo mundial, los palestinos no podrán jamás llegar a un acuerdo con nosotros. Como siempre sucedió, siempre un “NO” aparecerá a último momento. No está a nuestro alcance convencer al islamismo radical. Pero sí está en nuestros medios evitar que nuestra derecha anteponga trabas al proceso y facilitar de esta manera el comienzo de las deliberaciones. Mientras se habla, un arreglo se puede obtener aunque tarde en llegar. Urge comenzar a hablar porque mientras se habla, el sol de la paz con sus rayos de esperanza disiparán los negros nubarrones de la guerra. Bibi seguro que así lo entiende, inteligencia no le falta, pero no lo hace por no traicionar a los que le ayudaron a formar gobierno. Nobleza obliga.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.

martes, 14 de julio de 2009

Entrevista

En un artículo aparecido en la prensa española, se le da a un terrorista palestino la oportunidad de difundir sus incongruencias. Dentro de las barbaridades expresadas por el terrorista Abu Muyahid, se encuentra su afirmación de que Gilad Shalit, el soldado israelí secuestrado hace más de tres años, no es un rehén sino un prisionero de guerra, equiparándolo con los terroristas palestinos presos en Israel. Me es sumamente grato contradecir al entrevistado, con el fundamento que me ofrece el diccionario de la Real Academia Española, que dice: “rehén - persona retenida por alguien como garantía para obligar a un tercero a cumplir determinadas condiciones”. Por lo tanto, no cabe la menor duda que Gilad Shalit es un rehén secuestrado por la delincuencia islámica.
Los terroristas palestinos que Israel mantiene presos, son individuos que han delinquido y su condena está sujeta sólo a la duración que la justicia le impuso. No son retenidos para futuros negociados. No son rehenes. Están encerrados en prevención a nuevos delitos y no con el fin de cumplir con un castigo. Dentro de su encierro gozan de grandes privilegios que el mundo conoce y que nadie niega. En cambio, qué se puede esperar de grupos salvajes que se rigen con leyes propias incompatibles con la sensibilidad humana, y que usan al dolor y a la nostalgia para negociar.
Cuando el periodista le preguntó si tiene noticia del estado físico de Gilad Shalit, respondió:

“Creo que nuestros hermanos responsables de su detención aplican la ley islámica, según la cual hay que tratar con piedad a nuestros prisioneros. Esto... siempre y cuando el soldado continúe vivo”.

Es lo mismo que decir "Esto... siempre y cuando el soldado no se haya muerto por inasistencia médica o por asesinato", porque a los 21 años, si es que está muerto, no pudieron haber sido otros los motivos.
Pese a esta respuesta salvaje, el reportaje continuó con otras preguntas como si hubiesen sido dirigidas al más delicado poeta romántico. El terrorismo, integrado por fanáticos que usan del dolor ajeno y la violencia para llevar adelante sus ideas, debe ser combatido en todas sus formas, ya sea árabe, español, asiático, africano, etc. Toda prensa que entrevista a terroristas, no creo que los combata al ofrecerles una tribuna.
Samuel Auerbach
Netanya, Israel.

sábado, 4 de julio de 2009

Una grave enfermedad.

Veremos si encuadrando al conflicto árabe israelí dentro del marco de la medicina, se podrá encontrar su solución.
Este conflicto es una penosa enfermedad que apreció en la zona del medio oriente en el año 1948, es decir hace 61 años, cuando se declaró el estado de Israel. Su etiología: dos cepas de un mismo virus. El virus se llama “extremismo”. Una de las cepas se llama “árabe” y la otra “israelí”. La primera atacó a toda la población de la zona. La segunda, que apareció en el año 1967 después de la guerra de los seis días, sólo atacó a los israelíes. La cepa “árabe”, también llamada “terrorismo”, tiene varias subfamilias, todas ellas muy activas, entre las cuales figuran, en orden de virulencia, Iran, Hamas, Hisballah y Siria. Este virus ha hecho estragos a toda la zona, en especial al pueblo palestino, al que sigue castigando privándolo de elementos esenciales. Muy debilitado, el pueblo palestino clama por una medicina que sólo puede venir del exterior, pero el mundo se la niega. Ya veremos qué medicina es, y el porqué de esa negación.
La cepa “israelí”, también conocida como “la derecha israelí”, se ubica en una zona del cuerpo enfermo llamada “gobierno”. Con sus toxinas ataca a órganos llamados “los territorios” a los que fagocita. Estos órganos contienen anticuerpos indispensables para la curación de la enfermedad. Si no se frena a las toxinas con rapidez, perderán definitivamente su importante papel en el proceso curativo, y la recuperación de la zona se hará extremadamente difícil o nula.
Ahora bien, conocida la etiología de la enfermedad y sus manifestaciones, veremos cómo encarar su tratamiento.
En el caso de la cepa “extrema israelí”, el tratamiento se basará en la aplicación de medicamentos que la expulse del lugar donde se ubica, y si esto no es posible, que la debilite de manera que sus toxinas no impidan el proceso de curación. En este caso es muy aconsejable el uso de una droga llamada “Kadima” que instalada en la zona del cuerpo en donde el virus reside, neutralizará drásticamente su toxicidad.
Respecto a la otra cepa, “el extremismo árabe”, dado a que ya se ha experimentado con distintos medicamentos de persuasión o violencia aplicados in situ y que no dieron ningún resultado, se aconseja un tratamiento basado en la medicación conocida con el nombre “antiterrorismo”. Es un remedio que, al interceptar o anular las substancias con la que se alimenta esa peligrosa cepa, o con otros mecanismos más cruentos, hasta puede llegar a aniquilarla . Ese poderoso medicamento no existe en el medio oriente. Hay que importarlo de un mundo exterior que por el momento se niega a suministrarlo porque también él está enfermo. Un germen que durante mucho tiempo estaba latente, se ha vuelto peligrosamente patógeno y atacó el sano juicio de una gran parte de la población del planeta. Es el conocido germen llamado “judeofobia”, “atisemitismo” o “antisionismo”. Por lo tanto el tratamiento debe estar dirigido, en primera instancia, a eliminar a ese resistente germen de los tres nombres. Con ese fin y por la gran dificultad que presenta su erradicación, se propone a los pueblos sufrientes pedir ayuda al mundo sano que aún queda, para que juntos tomen el caso en sus manos y apliquen alguna medicación basada en métodos de persuasión y esclareciminto. Para que este tratamiento largo y penoso sea bien soportado, es aconsejable que los enfermos del medio oriente se automediquen con píldoras calmantes, como ser las conocidas “Paciencia Mucha” y “Esperanza Infinita”
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel

viernes, 3 de julio de 2009

¿Organizaciones humanitarias?

Otra vez el antisemitismo, vestido de Cruz Roja y de Amnistía Internacional, arremete contra Israel.

Cuando en nuestro sur, los habitantes tuvieron sólo contados segundos para resguardarse de los mortíferos misiles que se lanzaban desde Gaza, la Cruz Roja no se inmutó. Durante ocho años no levantó su voz por los niños, mujeres y ancianos israelíes que fueron víctimas de esos mortales proyectiles.

La Cruz Roja hoy delata a los niños traumatizados en Gaza, pero ignora los traumas psicológicos que manifiestan nuestros niños en Sderot, como resabio de lo que fue esa incesante lluvia de bombas. Culpa a Israel por la desastrosa situación reinante en Gaza, cuando fue Hamas quien la causó con sus mortales e incesantes provocaciones. Durante ocho años la Cruz Roja no trató de averiguar cómo se vivía en el sur de Israel, en donde un millón de israelíes no cerraron sus ojos durante las 24 horas del día. Tampoco a la Cruz Roja le importó cuando Hamas, único causante de la desgracia de su propio pueblo, arrojó a sus civiles a la muerte al usarlos como escudo humano y negándoles refugio, ni le molestó que los terroristas continuaran arrojando misiles mientras duraba la contienda, para aumentar más y más el número de víctimas con el estudiado propósito de obtener el apoyo del mundo a su causa y despertar el odio a Israel.

Hoy no escuchamos de la Cruz Roja Internacional ni una palabra de censura a Hamás que, desprovisto del mínimo remordimiento y amor a su gente, no hace nada para mejorar la situación de la sufrida población de Gaza; ni siquiera escuchamos el menor reproche a ese grupo de desalmados, por el fracaso de la visita humanitaria que la Cruz Roja intentó efectuar a Gilad Shalit, el soldado israelí secuestrado por ellos hace más de tres años.

Dos días más tarde volvió a manifestarse el antisemitismo mundial, ahora en forma de Amnistía Internacional

Creer todo lo que Hamas delata y poner en duda lo que Israel informa, es la parcialidad elevada a la máxima potencia. En cierta forma se justifica. Los daños se palpan, los hechos hay que demostrarlos, especialmente cuando hay tendenciosidad. Aún así, si esa honorable institución hubiera puesto en la balanza su memoria, el veredicto hubiera sido otro o, en último caso, no se hubiera pronunciado. Con seguridad recuerda que si Hamas suspendía el lanzamiento de sus mortíferos misiles, Tzahal, el Ejército para la defensa de Israel, hubiese detenido de inmediato las acciones. Nadie olvida cuántas veces Hamas rompió las treguas con el claro fin que Israel ataque y produzca muerte y destrucción. Pero la parcialidad frena a los recuerdos.

El culpable no es el proyectil, sino quien apretó el gatillo. Y el que apretó el gatillo con sus provocaciones fue Hamás, con la clara finalidad que el mundo censure al “agresor” sin importarle el precio que su pueblo pagaría. Hamas, único culpable, invitó al ejército israelí a que dirija el poderío de sus armas hacia sus propias mezquitas, escuelas, hospitales e instituciones cebadas con municiones y armamentos. ¿No se da cuenta Amnistía Internacional que también ella cayó en esa trampa que Hamas para su favor tendió al mundo?. Israel no pensó en trampas ni censuras. Como era su deber, sólo pensó en el bienestar de un millón de israelíes que lloraban en el sur del país. Defendió a su pueblo sin importarle esa crítica mundial, que no se movió durante ocho años de incesante bombardeo unilateral. ¿Es esto imparcialidad? Claramente no lo es. Simplemente es judeofobia que, esta vez como otras tantas veces, vuelve a manifestarse disfrazada de organización humanitaria.

Samuel Auerbach

Netanya, Israel.