En la apertura del período de sesiones de invierno de la Kneset, Shimon Peres dijo que no había mejor solución al conflicto palestino-israelí que el plan de dos Estados.
El consejo Yesha (en hebreo, sigla de Judea y Samaria) lo criticó diciendo que sería prudente que guarde silencio sobre ésta y otras cuestiones, por el bien de su honor y posición. Es decir: declara abiertamente que se niega a la creación de un Estado palestino al lado de Israel, lo que equivale decir que se opone a la paz y a las conversaciones que tiendan a ella.
El consejo Yesha y sus partidarios en la Kneset, con el pretexto que los palestinos no desean la paz porque siempre dijeron “No” antes de llegar a un acuerdo (una conclusión no del todo desacertada), materializan un fuerte sentimiento surgido por nostalgias históricas haciendo creer al mundo que tampoco Israel quiere la paz.
Las acciones unilaterales llevadas a cabo por ese consejo, tienen el respaldo de partidos políticos que integran la coalición, con suficiente número de escaños como para derribar al Gobierno cuando lo crean conveniente.
Lo sorprendente es que Netaniahu dijo en Bar Ilán lo mismo que Peres en la Kneset, pero con el primero Yesha fue más condescendiente. Varios son los motivos que explican tal actitud. Puede ser que el primer ministro siempre estuvo en completo acuerdo con los partidos mayoritarios y lo dicho en Bar Ilán fueron palabras destinadas sólo para quedar bien con Obama, cuyo valioso apoyo político y logístico nos está prohibido perder. Pero también es posible que, aunque hayan sido sinceras sus palabras, la tácita amenaza de ese fuerte grupo de escaños no le permite oponerse a ellos sin peligrar la estabilidad de su coalición.
Cualesquiera sean los motivos, ciertas palabras tienen valor sólo si son acompañadas por hechos acordes. En nuestro caso, los hechos sólo responden a ideales de partidos que no desean una paz que suponga devolución de territorios, a pesar de las declaraciones de su primer ministro y de su presidente. Es difícil pronosticar hasta cuándo los países que apoyan y ayudan a Israel en la consecución de la paz, lo seguirán haciendo si es que Israel continúa sin remar con ellos en la misma dirección.
Una situación peligrosa e insostenible por lo ridícula. Y si es premeditada, imposible adivinar a qué fines obedece, y de qué manera es útil al país y al proceso de paz.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
viernes, 23 de octubre de 2009
jueves, 15 de octubre de 2009
Los extremistas son un obstáculo para la paz
La extrema israelí, como las demás corrientes extremistas en el lado palestino, aún se mantienen como los únicos grandes obstáculos para lograr la paz en el medio oriente. No es necesario ser de izquierda ni pertenecer a ninguna tendencia política, para ver que esa afirmación es innegable. Los hechos lo demuestran. Ya muchas veces hemos señalado que desde que el gobierno de Israel asumió el poder, no cesó la colonización en los territorios con la expresa intención de anexarlos, invalidando de esta manera la posición tomada por el primer ministro israelí, quien en su discurso en la Universidad de Bar Ilan, proclamó su acuerdo con el principio que establece dos estados para dos pueblos en el medio oriente.
¿En donde se habrá de instalar el otro estado si no es allí, justamente en los terrenos donde las colonias proliferan y en donde la construcción no es frenada? Una dualidad que no pasa desapercibida en los países interesados en solucionar el conflicto palestino-israelí, y en los pueblos que claman por la paz en la región. Un conducción a dos puntas que, ante la imposibilidad de encontrar soluciones, tiene por objeto dilatar la situación que por el momento se mantiene tranquila. Una dualidad destinada mantener la integridad de la coalición, y evitar problables anenazas a su jefe. Si Ytzjak Rabin hubiese conducido su gobierno en la misma forma, con seguridad no lo habrían asesinado. Ese fue el precio a su honradez política.
Esa carencia de definición acompañada con el consiguiente zigzagueo en la conducción del país, lleva ya demasiado tiempo. Eso es grave.
Pero tan o más grave aún, es constatar como esos grupos gubernamentales, basados en una exagerada y tonta auto sobrestimación, consideran innecesaria nuestra dependencia con los EEUU. Hasta se atreven a ensuciar la figura de su presidente tildándolo de enemigo de Israel, porque está en desacuerdo con la colonización de los territorios.
Es inaceptable que el gobierno, al poner en práctica exigencias movidas por anacrónicos ideales y al pronunciar perniciosas expresiones, esté dañando los tradicionales lazos amistosos que nos unen con los EEUU, nuestro incondicional aliado en innumerables aspectos. Un aliado que sin su ayuda económica, logística y política en el fuero internacional, sin su compromiso formal por velar por nuestra seguridad, tornaría muy oscuro el panorama existencial de Israel. Es un grave delito que se debería penar con la máxima condena que corresponde, pues poner en peligro el apoyo del país del norte, equivale a atentar contra la seguridad del estado.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
¿En donde se habrá de instalar el otro estado si no es allí, justamente en los terrenos donde las colonias proliferan y en donde la construcción no es frenada? Una dualidad que no pasa desapercibida en los países interesados en solucionar el conflicto palestino-israelí, y en los pueblos que claman por la paz en la región. Un conducción a dos puntas que, ante la imposibilidad de encontrar soluciones, tiene por objeto dilatar la situación que por el momento se mantiene tranquila. Una dualidad destinada mantener la integridad de la coalición, y evitar problables anenazas a su jefe. Si Ytzjak Rabin hubiese conducido su gobierno en la misma forma, con seguridad no lo habrían asesinado. Ese fue el precio a su honradez política.
Esa carencia de definición acompañada con el consiguiente zigzagueo en la conducción del país, lleva ya demasiado tiempo. Eso es grave.
Pero tan o más grave aún, es constatar como esos grupos gubernamentales, basados en una exagerada y tonta auto sobrestimación, consideran innecesaria nuestra dependencia con los EEUU. Hasta se atreven a ensuciar la figura de su presidente tildándolo de enemigo de Israel, porque está en desacuerdo con la colonización de los territorios.
Es inaceptable que el gobierno, al poner en práctica exigencias movidas por anacrónicos ideales y al pronunciar perniciosas expresiones, esté dañando los tradicionales lazos amistosos que nos unen con los EEUU, nuestro incondicional aliado en innumerables aspectos. Un aliado que sin su ayuda económica, logística y política en el fuero internacional, sin su compromiso formal por velar por nuestra seguridad, tornaría muy oscuro el panorama existencial de Israel. Es un grave delito que se debería penar con la máxima condena que corresponde, pues poner en peligro el apoyo del país del norte, equivale a atentar contra la seguridad del estado.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
viernes, 9 de octubre de 2009
Dos grandes escollos.
La paz no llega ni se vislumbra. El gobierno de Israel y la Autoridad Palestina no están dispuestos a sentarse y conversar. No quieren renunciar a posiciones que mantienen y que niegan la posible paz que esos pueblos claman. Ninguna de las parte esta dispuesta a ofrecer siquiera un sólo gesto que compruebe la sinceridad de sus deseos de llegar a un acuerdo amistoso.
Sólo dos renunciamientos, uno por cada parte, serían suficiente para que los enemistados dejen de mostrarse los dientes y comiencen a sonreir el uno hacia el otro. Israel puede y debe hacerlo aunque duela. Lo acaba decir el presidente de Israel Shimon Peres en el reciente mensaje dirigido a las Diásporas, cuando afirmó “La ocasión de alcanzar la paz está en puertas y no se la debe dejar pasar, aún si ello exige dolorosas concesiones”.
Entonces ¿porqué no comenzar solucionando el tremendo escollo que significan las colonias ilegales y la expansión en los lugares donde se tendrá que levantar el futuro estado palestino? Es un paso positivo que no pone en peligro su seguridad. No es ninguna concesión territorial. No es volver a incurrir en el craso error de entregar tierra alguna, sin antes concretar con el enemigo una paz duradera con fronteras aseguradas por la confianza mutua. Es sólo un inocuo gesto que pondrá en relieve la sinceridad de Netanyahu cuando hizo suyo en la Universidad Bar Ilán, el principo que asegura dos estados para dos pueblos.
Si la Autoridad Palestina quiere en realidad instalar su añorado país al lado de Israel y no en lugar de él, ¿porqué no abandona su obstinado rechazo de considerar a su futuro vecino como un estado judío? Su seguridad no corre peligro con ello, y con ello renovaría la esperanza de ver concretado su sueño. Ninguna de las partes está dispuesta a ser la primera en ofrecer esos inofensivos desprendimientos, que son la llave que abre los portones del recinto que alberga la paz. ¿Qué ocultan las autoridades de esos sufrientes pueblos?. ¿Es posible que puedan existir objetivos más importantes que llegar a esa meta? Lamentablemente, no hay duda que algo los frena.
Un buen paso hacia la paz hubiera sido si Benjamín Netanyahu durante su estupendo discurso en la UN, en la que dejó sin respuesta al régimen iraní y a las organizaciones mundiales, a los que tiró a las tablas con un rotundo knok out, hubiese anunciado ese positivo gesto en los territorios. Equivaldría a robustecer la imagen de Israel en los países que lo apoyan, esa imagen que tanto le molesta cuando es tergiversada, mientras que La Autoridad Palestina hubiese quedado en posición no muy cómoda ante la opinión mundial, al aparentar como único escollo para la paz.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel
Sólo dos renunciamientos, uno por cada parte, serían suficiente para que los enemistados dejen de mostrarse los dientes y comiencen a sonreir el uno hacia el otro. Israel puede y debe hacerlo aunque duela. Lo acaba decir el presidente de Israel Shimon Peres en el reciente mensaje dirigido a las Diásporas, cuando afirmó “La ocasión de alcanzar la paz está en puertas y no se la debe dejar pasar, aún si ello exige dolorosas concesiones”.
Entonces ¿porqué no comenzar solucionando el tremendo escollo que significan las colonias ilegales y la expansión en los lugares donde se tendrá que levantar el futuro estado palestino? Es un paso positivo que no pone en peligro su seguridad. No es ninguna concesión territorial. No es volver a incurrir en el craso error de entregar tierra alguna, sin antes concretar con el enemigo una paz duradera con fronteras aseguradas por la confianza mutua. Es sólo un inocuo gesto que pondrá en relieve la sinceridad de Netanyahu cuando hizo suyo en la Universidad Bar Ilán, el principo que asegura dos estados para dos pueblos.
Si la Autoridad Palestina quiere en realidad instalar su añorado país al lado de Israel y no en lugar de él, ¿porqué no abandona su obstinado rechazo de considerar a su futuro vecino como un estado judío? Su seguridad no corre peligro con ello, y con ello renovaría la esperanza de ver concretado su sueño. Ninguna de las partes está dispuesta a ser la primera en ofrecer esos inofensivos desprendimientos, que son la llave que abre los portones del recinto que alberga la paz. ¿Qué ocultan las autoridades de esos sufrientes pueblos?. ¿Es posible que puedan existir objetivos más importantes que llegar a esa meta? Lamentablemente, no hay duda que algo los frena.
Un buen paso hacia la paz hubiera sido si Benjamín Netanyahu durante su estupendo discurso en la UN, en la que dejó sin respuesta al régimen iraní y a las organizaciones mundiales, a los que tiró a las tablas con un rotundo knok out, hubiese anunciado ese positivo gesto en los territorios. Equivaldría a robustecer la imagen de Israel en los países que lo apoyan, esa imagen que tanto le molesta cuando es tergiversada, mientras que La Autoridad Palestina hubiese quedado en posición no muy cómoda ante la opinión mundial, al aparentar como único escollo para la paz.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel
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