La extrema israelí, como las demás corrientes extremistas en el lado palestino, aún se mantienen como los únicos grandes obstáculos para lograr la paz en el medio oriente. No es necesario ser de izquierda ni pertenecer a ninguna tendencia política, para ver que esa afirmación es innegable. Los hechos lo demuestran. Ya muchas veces hemos señalado que desde que el gobierno de Israel asumió el poder, no cesó la colonización en los territorios con la expresa intención de anexarlos, invalidando de esta manera la posición tomada por el primer ministro israelí, quien en su discurso en la Universidad de Bar Ilan, proclamó su acuerdo con el principio que establece dos estados para dos pueblos en el medio oriente.
¿En donde se habrá de instalar el otro estado si no es allí, justamente en los terrenos donde las colonias proliferan y en donde la construcción no es frenada? Una dualidad que no pasa desapercibida en los países interesados en solucionar el conflicto palestino-israelí, y en los pueblos que claman por la paz en la región. Un conducción a dos puntas que, ante la imposibilidad de encontrar soluciones, tiene por objeto dilatar la situación que por el momento se mantiene tranquila. Una dualidad destinada mantener la integridad de la coalición, y evitar problables anenazas a su jefe. Si Ytzjak Rabin hubiese conducido su gobierno en la misma forma, con seguridad no lo habrían asesinado. Ese fue el precio a su honradez política.
Esa carencia de definición acompañada con el consiguiente zigzagueo en la conducción del país, lleva ya demasiado tiempo. Eso es grave.
Pero tan o más grave aún, es constatar como esos grupos gubernamentales, basados en una exagerada y tonta auto sobrestimación, consideran innecesaria nuestra dependencia con los EEUU. Hasta se atreven a ensuciar la figura de su presidente tildándolo de enemigo de Israel, porque está en desacuerdo con la colonización de los territorios.
Es inaceptable que el gobierno, al poner en práctica exigencias movidas por anacrónicos ideales y al pronunciar perniciosas expresiones, esté dañando los tradicionales lazos amistosos que nos unen con los EEUU, nuestro incondicional aliado en innumerables aspectos. Un aliado que sin su ayuda económica, logística y política en el fuero internacional, sin su compromiso formal por velar por nuestra seguridad, tornaría muy oscuro el panorama existencial de Israel. Es un grave delito que se debería penar con la máxima condena que corresponde, pues poner en peligro el apoyo del país del norte, equivale a atentar contra la seguridad del estado.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
jueves, 15 de octubre de 2009
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