domingo, 25 de abril de 2010

Sabia respuesta.

Como ya es rutinario, mi señora y yo salimos una tarde primaveral a pasear por las playas de Natanya y fotografiar los hermosos panoramas que la zona brinda a los amantes de la naturaleza. Cuando creímos que ya era hora de volver a casa, en la vereda de la calle paralela a la playa y pegada al acantilado, alcanzamos ver una buena cantidad de gatos multicolores, unos veinte calculo, todos sentados y en su mayoría observando en la misma dirección. Nos detuvimos. Comencé a tomar fotos desde distintos ángulos y distancias, a lo que me pareció un interesante motivo. En un preciso instante y al unísono, ante mi sorpresa los felinos comenzaron a correr para acercarse a un señor que iba a su encuentro. Mientras el señor caminaba, los gatos lo rodeaban y maullaban como brindándole un saludo de bienvenida. Seguimos con atención la escena para ver su desenlace. El grupo se introdujo en un descubierto recoveco dedicado a recipientes de desperdicios, y allí devoraron en silencio el alimento que ese buen señor arrojó dispersándolo por el suelo. Después de registrar la escena no con poca emoción, me acerqué a ese buen señor para expresarle mi reconocimiento. –Señor mío,- le dije- usted tiene asegurado un lugar preferencial en el paraíso. A lo que él me respondió con la sencillez y modestia de un auténtico benefactor nato: - Estos animalitos me prefieren aquí…
Samuel Auerbach
Natanya, Israel.

Ese sentido que no tenemos.

Esta es otra historia verídica que sucedió hace muchos años y que merece ser contada. Nuestra vivienda tenía un patio con un cuidado jardín en el fondo. Un perrito cachorro de raza mezclada vivía en su cucha en un rincón del mismo. Cada vez que el perrito me veía entrando al jardín, sus saltos no tenían fin. Contagiaba todos los días a mis pequeños y también a mí, su alegría que demostraba bajando y enviando hacia atrás sus orejas, y moviendo velozmente su cola. Era muy juguetón, pero a la vez como todo cachorro inteligente, muy travieso. Todo lo que estaba a su alcance era para él un juguete al que mordía con placer, incluyendo las plantas y las flores del jardín. Por supuesto, esto no era del agrado de mi señora, que alteraba su carácter cada vez que veía destruída su artística labor de jardinera. En aras de la paz hogareña, acepté mantenerlo atado junto a su morada durante la horas que no lo podíamos vigilar. Lamentablemente el cachorro no aceptó esa solución. Su sufrimiento y el mío por verlo atado, rogaban por una forma distinta de resolver el probleama. Jamás olvidaré la escena del día en que salí al jardin con el fin de desprenderme de él, para ofrecerlo de regalo a un buen señor. Disimulando mi dolor, salí al patio sonriendo como siempre lo hacía. Pero esta vez el cachorro, en lugar de saltar de alegría como acostumbraba, bajó la cabeza con sus oreja sueltas, su cola baja y quieta, y se volvió a meter en su cucha negádose a salir. Oculté mi llanto cuando lo puse en manos extrañas. Cómo no iba a llorar si es que me desprendía para siempre de un ser querido, que me quería y lo hacía sufrir porque al saber leer los pensamientos, ese inocente cachorro pudo sentir con claridad mis crueles intenciones.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel

jueves, 22 de abril de 2010

Quedar bien con Dios y con el diablo.

En el preciso momento en que estaba de visita en el país el vicepresidente de los Estados Unidos, con la loable misión de organizar los pasos preliminares que llevarían al comienzo de las discusiones de paz con los palestinos, anuncia Israel la construcción de 1.600 viviendas en terrenos que justamente se irían a discutir. Un verdadero torpedo lanzado contra las buenas intenciones del honorable visitante, y una irrefutable prueba de que el Gobierno no tiene ningún interés en comenzar las conversaciones que las llevarán a entregar territorios. Más claro, imposible.
El primer ministro presentó débiles disculpas ante el representante de nuestro tradicional país aliado, quien, a causa de tal bofetada, levantó en cólera y se volvió a su país. Pero lo incomprensible fue que al poco tiempo, Netaniahu invalidó por completo esas disculpas al afirmar frente a sus ministros que, de ninguna manera, se suspenderán las construcciones.
Nunca tuvimos un primer ministro que se tambalea tanto. Muy peligroso es conducir un vehículo hacia la derecha y hacia la izquierda. No respetar la línea recta central puede provocar un accidente. Necesita con urgencia alguien que le sostenga el volante. Si bien todavía no colisionamos con catastróficos resultados, ya se produjeron consecuencias bastante desagradables a causa de su mal manejo. Por su manera de conducir al Gobierno, el país volvió a perder la relativa tranquilidad en la que estaba viviendo.
Quiere quedar bien con Dios y con el diablo. Nadie lo logró todavía. Si alguna vez Netaniahu tuvo prestigio, lo está perdiendo a pasos acelerados. Y para el mundo, quien está perdiendo prestigio no es sólo él, es todo Israel. Esto es preocupante, y más aún para aquellos que les duele lo que dicen y difunden los antisemitas, a quienes les basta con leer la prensa mundial, incluyendo la de Israel (los que saben leer hebreo), para incrementar su odio a los judíos y en especial a los israelíes.
Personalmente pienso que el primer ministro no podrá soportar por mucho más tiempo los dictados de los que rezan por convertir a todo Israel en una sinagoga gigante, ni de los que sueñan con “la patria grande” a expensas de vivir eternamente en conflicto con el resto del mundo, incluso con nuestros mejores aliados. Pero aún en el supuesto caso que piense como ellos, las presiones de nuestros aliados serán suficientes para que opte por el gran cambio, que creo no tardará en llegar.
¿Por qué Netaniahu no trata que todos vean que sólo los palestinos son los culpables de que no hay paz en la zona? Cuanto más clara y menos tambaleante será nuestra política, cuanto más limpio y diáfano será nuestro camino hacia la paz, con más claridad resaltará ante los ojos del mundo, la suciedad de nuestros enemigos.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.