Cuando en la Universidad Bar Ilan, Benjamín Netanyahu anunció que hacía suya la premisa que declara dos estados para dos pueblos en el medio oriente, el fanatismo religioso israelí con asiento en el gobierno se mordió los labios. Cuando ordenó la suspensión de las construcciones en los territorios por el termino de diez meses, esta vez levantó su voz de protesta acompañada con acciones lindantes a la subversión, y lanzando serias amenazas a la estabilidad de la coalición. Es natural que Netanyahu, que da indicios de no querer apartarse de su camino, esté buscando la manera de contrarrestar el efecto que produciría el retiro de la coalición de los partidos religiosos, arrastrando con ellos una significativa cantidad de escaños.
Frente a las dificultades y amenazas que el gobierno de Netanyahu está afrontando desde que dio muestras con hechos que la paz en Israel es su norte, la obligación de todos sus adversarios políticos es deponer las armas y ayudarlo en la tarea, y no esperar que su gobierno caiga para darles una oportunidad de subir al poder. Las elecciones que como consecuencia se llevarían a cabo, junto a otros inconvenientes no les ofrecen ninguna seguridad que así será. Además, se podría llegar como resultado de las mismas, a una situación semejante o peor que la actual.
Los liberales del país agrupados en distintos partidos políticos, que también ven en la paz con nuestros actuales y futuros vecinos una obligación primera, deben dejar de lado sus otras diferencias personales o políticas y unirse a él, para que juntos puedan facilitar la remoción de las dos grandes piedras en el camino de la paz: el fundamentalismo musulmán que niega la existencia de Israel y el fanatismo religioso interno que al no querer entregar territorios, anula toda esperanza de llegar a ella.
Cuánto es de lamentar que no hubo acuerdo cuando en las tratativas para formar gobierno, Netanyahu intentó convencer a Kadima que acepte su ofrecimiento. La función del presente es corregir los errores del pasado. Este es el momento.
Samuel Auerbach.
Netanya.
sábado, 26 de diciembre de 2009
domingo, 20 de diciembre de 2009
Los dos frentes
El primer ministro Benjamín Netanyahu ofrece fehacientes indicios que quiere la paz. Lo demuestra la lucha que está manteniendo contra dos frentes difíciles, el externo y el interno. El frente externo es el que lleva a cabo junto al mundo liberal contra el fanatismo musulmán. Por el momento es un problema ideológico arduo de resolver. Convencer a Irán y a los grupos terroristas a los cuales les provee dinero y armas, que corresponde a Israel el derecho de existir en la región, sólo se podrá conseguir reemplazando a sus dirigentes, o ayudando a los factores subversivos intrínsecos que lo quieren hacer y que no faltan.
El frente interno es el que está librando Netanyahu contra el fanatismo religioso que impera en el país. Un fanatismo que cree factible el absurdo de una paz sin entrega de territorios. Es una lucha extremadamente complicada, pues la afronta contra los partidos que lo llevaron al poder y que constituyen mayoría en el gobierno. Es una lucha moralmente dolorosa, porque es contra autoridades religiosas a quienes honra y respeta.
A pesar que, como medida significativa a favor de la paz, sólo se ordenó la interrupción de las construcciones dentro de los territorios en litigio durante el término de diez meses, ya lo consideran traidor y lo amenazan con derribar al gobierno.
La negativa de los colonos a suspender sus construcciones en las colonias, toma caracteres violentos. Las fuerzas encargadas de hacer cumplir lo resuelto, se ven en serias dificultades frente a la resistencia agresiva de los colonos. Algunos rabinos insisten en adoctrinar a sus discípulos que sirven en las fuerzas armadas, a que desoigan los órdenes de sus superiores. Decenas de rabinos declaran que “la lealtad a Dios se encuentra ante cualquier otra lealtad, hacia el Gobierno o el Ejército”. Un verdadero ambiente de caos y subversión en esta primera fase, que por ahora no daña, pues no impide que el gobierno continúe con su política tendiente a reanudar las conversaciones de paz con los palestinos.
Pero esas conversaciones jamás podrán llegar a feliz término, si es que Netanyahu no encara la fase siguiente de su lucha interna: la liberación completa de ocupantes en los terrenos donde de común acuerdo se habrá de levantar al nuevo país árabe.
¿Qué ocurrirá en ese entonces con la coalición que formó el primer ministro? Es atinado pensar que frente al valor que tiene alcanzar la paz, las coaliciones pierden importancia.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel
El frente interno es el que está librando Netanyahu contra el fanatismo religioso que impera en el país. Un fanatismo que cree factible el absurdo de una paz sin entrega de territorios. Es una lucha extremadamente complicada, pues la afronta contra los partidos que lo llevaron al poder y que constituyen mayoría en el gobierno. Es una lucha moralmente dolorosa, porque es contra autoridades religiosas a quienes honra y respeta.
A pesar que, como medida significativa a favor de la paz, sólo se ordenó la interrupción de las construcciones dentro de los territorios en litigio durante el término de diez meses, ya lo consideran traidor y lo amenazan con derribar al gobierno.
La negativa de los colonos a suspender sus construcciones en las colonias, toma caracteres violentos. Las fuerzas encargadas de hacer cumplir lo resuelto, se ven en serias dificultades frente a la resistencia agresiva de los colonos. Algunos rabinos insisten en adoctrinar a sus discípulos que sirven en las fuerzas armadas, a que desoigan los órdenes de sus superiores. Decenas de rabinos declaran que “la lealtad a Dios se encuentra ante cualquier otra lealtad, hacia el Gobierno o el Ejército”. Un verdadero ambiente de caos y subversión en esta primera fase, que por ahora no daña, pues no impide que el gobierno continúe con su política tendiente a reanudar las conversaciones de paz con los palestinos.
Pero esas conversaciones jamás podrán llegar a feliz término, si es que Netanyahu no encara la fase siguiente de su lucha interna: la liberación completa de ocupantes en los terrenos donde de común acuerdo se habrá de levantar al nuevo país árabe.
¿Qué ocurrirá en ese entonces con la coalición que formó el primer ministro? Es atinado pensar que frente al valor que tiene alcanzar la paz, las coaliciones pierden importancia.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel
jueves, 10 de diciembre de 2009
Antisemitas y anti israelíes de igual raíz
Según la Biblia, Ismael fue hijo de Abraham y su sierva egipcia Agar, e Issac fue hijo de Abraham y su esposa Sara. Se acepta que los árabes descienden de Ismael y los judíos de Isaac, por lo que se deduce que árabes y judíos son parientes sanguíneos.
Según el diccionario cibernético Enciclonet, semita es la denominación de una de las familias étnicas más importantes de la Antigüedad que apareció en Oriente en torno al IV milenio a.C. Su nombre proviene de Sem, hijo de Noé, del cual se hacen descendientes. Los árabes, hebreos, caldeos, fenicios y sirios son los pueblos más representativos de esta etnia. Actualmente tan sólo los árabes y los judíos mantienen una lengua semítica, aunque en la antigüedad las lenguas semíticas se extendían por gran parte del Mediterráneo oriental.
Según Wikipedia, el término semita se refiere a aquellas personas cuya lengua materna es una lengua semita. Al igual que cualquier otra denominación étnica, no tiene ninguna denotación biológica sino únicamente cultural y lingüística. Las poblaciones actuales que tienen lenguas semíticas incluyen a los árabes, los judíos, los etíopes y los arameos (comunidades del Líbano y norte de Iraq).
De las tres fuentes se desprende que tanto los judíos como los árabes son semitas. Se podría suponer erróneamente entonces, que la palabra antisemita involucra el odio tanto a los judíos como a los árabes.
El odio a los judíos está documentado desde los orígenes del cristianismo y hay hipótesis que lo sitúan ya en la época helenística. Tanto la Biblia como la historia judía se refieren a enemigos de Israel desde el pasado más lejano.
Pero el primero que uso la palabra antisemita para exhortar hostilidad sólo contra los judíos, fue el periodista y agitador alemán Wilhelm Marr en un panfleto que difundió en 1879. Lo hizo sin tener en cuenta que, por su etimología, el término antisemita da a entender que se trata de un prejuicio contra los árabes, judíos y semitas en general. Desde entonces se lo usa en forma exclusiva para referirse a la hostilidad contra los judíos.
Después de la creación del estado e Israel, aparecieron dos nuevos vocablos: el antisionismo y el antiisraelismo.
El sionismo es un movimiento que nació en la diáspora tendiente a despertar en los judíos la pasión de volver a poblar La Palestina junto a los judíos que ya vivían allí, con la esperanza de que algún día se levantaría alli su país reconocido por el mundo. Por lo tanto, ser antisionista es negar la existencia misma de Israel en La Palestina y no se diferencia en nada con el antiisraelí.
Es natural que haya quienes no estén de acuerdo con la conducción de un gobierno, pero ello no justifica estar en contra del país y ponerse del lado de los países que lo quieren borrar del mapa. Así son los que se auto denominan antiisraelíes.
El antisemita, que es en esencia un enfermo de judeofobia muy difícil de tratar, está en contra del sionismo, en contra de Israel, en contra del judío como persona y de todo lo que haga o diga, por que lo odia sin desperdiciar nada de todo lo bueno que ese sufrido pueblo le ofreció a él y al resto del mundo.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
Según el diccionario cibernético Enciclonet, semita es la denominación de una de las familias étnicas más importantes de la Antigüedad que apareció en Oriente en torno al IV milenio a.C. Su nombre proviene de Sem, hijo de Noé, del cual se hacen descendientes. Los árabes, hebreos, caldeos, fenicios y sirios son los pueblos más representativos de esta etnia. Actualmente tan sólo los árabes y los judíos mantienen una lengua semítica, aunque en la antigüedad las lenguas semíticas se extendían por gran parte del Mediterráneo oriental.
Según Wikipedia, el término semita se refiere a aquellas personas cuya lengua materna es una lengua semita. Al igual que cualquier otra denominación étnica, no tiene ninguna denotación biológica sino únicamente cultural y lingüística. Las poblaciones actuales que tienen lenguas semíticas incluyen a los árabes, los judíos, los etíopes y los arameos (comunidades del Líbano y norte de Iraq).
De las tres fuentes se desprende que tanto los judíos como los árabes son semitas. Se podría suponer erróneamente entonces, que la palabra antisemita involucra el odio tanto a los judíos como a los árabes.
El odio a los judíos está documentado desde los orígenes del cristianismo y hay hipótesis que lo sitúan ya en la época helenística. Tanto la Biblia como la historia judía se refieren a enemigos de Israel desde el pasado más lejano.
Pero el primero que uso la palabra antisemita para exhortar hostilidad sólo contra los judíos, fue el periodista y agitador alemán Wilhelm Marr en un panfleto que difundió en 1879. Lo hizo sin tener en cuenta que, por su etimología, el término antisemita da a entender que se trata de un prejuicio contra los árabes, judíos y semitas en general. Desde entonces se lo usa en forma exclusiva para referirse a la hostilidad contra los judíos.
Después de la creación del estado e Israel, aparecieron dos nuevos vocablos: el antisionismo y el antiisraelismo.
El sionismo es un movimiento que nació en la diáspora tendiente a despertar en los judíos la pasión de volver a poblar La Palestina junto a los judíos que ya vivían allí, con la esperanza de que algún día se levantaría alli su país reconocido por el mundo. Por lo tanto, ser antisionista es negar la existencia misma de Israel en La Palestina y no se diferencia en nada con el antiisraelí.
Es natural que haya quienes no estén de acuerdo con la conducción de un gobierno, pero ello no justifica estar en contra del país y ponerse del lado de los países que lo quieren borrar del mapa. Así son los que se auto denominan antiisraelíes.
El antisemita, que es en esencia un enfermo de judeofobia muy difícil de tratar, está en contra del sionismo, en contra de Israel, en contra del judío como persona y de todo lo que haga o diga, por que lo odia sin desperdiciar nada de todo lo bueno que ese sufrido pueblo le ofreció a él y al resto del mundo.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
La paja en el ojo ajeno
Nos preocupa mucho la lenta pero constante expansión del islamismo en el mundo, pero no prestamos la debida atención sobre qué es lo que está sucediendo en nuestra casa. Vemos la paja en el ojo ajeno. Así como los extremistas árabes quieren imponer las leyes del Corán en el mundo, de la misma manera el fanatismo religioso israelí trata de reemplazar las leyes laicas que rigen la justicia en Israel, por la leyes religiosas de la Halajá. Es decir, quieren convertir al democrático estado de Israel en otra teocracia más en el Medio Oriente. Lo prueban los Rabinos en las "ieshivot" cuando exhortan a sus discípulos a que se resistan a la ley, como hacen los Imanes en la mezquitas cuando predisponen a sus fieles contra Israel. Pero la prueba contundente es el discurso pronunciado recientemente por el actual ministro de justicia, y el aplauso que recibió de las autoridades en función que lo escuchaban. El ministro dijo, entre otros conceptos:
“Paso a paso, otorgaremos a los ciudadanos de Israel las leyes de la Torá y convertiremos a la Halajá en la legislación vinculante de la nación"., "Debemos recuperar la herencia de nuestros padres a la nación de Israel". “La Torá tiene la solución completa a todas las preguntas que estamos tratando."
En otras palabras, pretende, entre otras prohibiciones, prohibir en días sábados toda actividad que no sea religiosa, paralizando completamente al país una vez por semana; pretende prohibir a gran parte de la población, que se alimente con carne porcina y sus derivados, siendo mas saludable que la carne vacuna en ciertos aspectos; pretende denigrar a la mujer, prohibiéndole viajar en la parte delantera del transporte público; pretende prohibir el casamiento civil; pretende prohibir que se considere judío a todos los judíos que no se pongan los “tefilim; pretende imponer la pena de muerte a los homosexuales (Levítico 18:22: "Si alguno se juntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos); etc., etc.
Esto es lamentable y preocupante. Es un mal que debe ser tratado sin dilación. De la misma manera con que el fanatismo musulmán acosa al mundo, el fanatismo religioso interno está socavando los pilares de la democracia sobre los cuales todavía se sustenta Israel.
Israel ve con preocupación la apatía del mundo frente a la expansión del islam, ve con claridad que mientras exista el extremismo árabe, jamás podrá haber paz en la zona. Pero entonces ¿cómo es que no ve el peligro que representa el fanatismo religioso israelí con su marcada explosión demográfica?. Es tan imperioso frenar a Irán en su desarrollo atómico, como poner coto de alguna manera, la extensión de ese serio peligro que, además, debilita a nuestra fuerzas armadas, nos aleja de occidente e impide las conversaciones con el enemigo, cuyo comienzo constituye una fehaciente prueba de nuestros sinceros deseos de paz.
Como era de suponer, las palabras del ministro de justicia provocaron una ola de protestas en los sectores liberales del país, lo que llevó al ministro a disculparse de esta manera, según los diarios matutinos del día siguiente:
"No llamé a cambiar las leyes del país por la leyes de la “Halaja”. Se trata de un sistema legal alternativo que sólo el que lo desea lo puede adoptar."
Si es cierto que se expresó mal, que esa no fue su intención, los funcionarios religiosos y gubernamentales que lo aplaudieron no lo hicieron por lo que quiso decir, sino por lo que dijo. Yo sigo opinando que fue una natural exteriorización de lo que anhela, pues no creo que un abogado de la talla de Iaakov Neeman, no sepa volcar en palabras lo que piensa. Los que así se expresan y los que los festejan, son personas que sueñan con teocratizar al país. De ninguna manera deben formar parte del gobierno de Israel. Para evitar que la teocracia siga obstaculizando la conducción racional del país, se impone con urgencia separar la religión del estado. Ya en el siglo XVII de nuestra era, el gran filósofo judío Spinoza consideró útil esa separación. Su posición provocó la ira entre los judíos de Holanda, que lo excomulgaron por hereje cuando contaba 23 años de edad.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.
“Paso a paso, otorgaremos a los ciudadanos de Israel las leyes de la Torá y convertiremos a la Halajá en la legislación vinculante de la nación"., "Debemos recuperar la herencia de nuestros padres a la nación de Israel". “La Torá tiene la solución completa a todas las preguntas que estamos tratando."
En otras palabras, pretende, entre otras prohibiciones, prohibir en días sábados toda actividad que no sea religiosa, paralizando completamente al país una vez por semana; pretende prohibir a gran parte de la población, que se alimente con carne porcina y sus derivados, siendo mas saludable que la carne vacuna en ciertos aspectos; pretende denigrar a la mujer, prohibiéndole viajar en la parte delantera del transporte público; pretende prohibir el casamiento civil; pretende prohibir que se considere judío a todos los judíos que no se pongan los “tefilim; pretende imponer la pena de muerte a los homosexuales (Levítico 18:22: "Si alguno se juntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos); etc., etc.
Esto es lamentable y preocupante. Es un mal que debe ser tratado sin dilación. De la misma manera con que el fanatismo musulmán acosa al mundo, el fanatismo religioso interno está socavando los pilares de la democracia sobre los cuales todavía se sustenta Israel.
Israel ve con preocupación la apatía del mundo frente a la expansión del islam, ve con claridad que mientras exista el extremismo árabe, jamás podrá haber paz en la zona. Pero entonces ¿cómo es que no ve el peligro que representa el fanatismo religioso israelí con su marcada explosión demográfica?. Es tan imperioso frenar a Irán en su desarrollo atómico, como poner coto de alguna manera, la extensión de ese serio peligro que, además, debilita a nuestra fuerzas armadas, nos aleja de occidente e impide las conversaciones con el enemigo, cuyo comienzo constituye una fehaciente prueba de nuestros sinceros deseos de paz.
Como era de suponer, las palabras del ministro de justicia provocaron una ola de protestas en los sectores liberales del país, lo que llevó al ministro a disculparse de esta manera, según los diarios matutinos del día siguiente:
"No llamé a cambiar las leyes del país por la leyes de la “Halaja”. Se trata de un sistema legal alternativo que sólo el que lo desea lo puede adoptar."
Si es cierto que se expresó mal, que esa no fue su intención, los funcionarios religiosos y gubernamentales que lo aplaudieron no lo hicieron por lo que quiso decir, sino por lo que dijo. Yo sigo opinando que fue una natural exteriorización de lo que anhela, pues no creo que un abogado de la talla de Iaakov Neeman, no sepa volcar en palabras lo que piensa. Los que así se expresan y los que los festejan, son personas que sueñan con teocratizar al país. De ninguna manera deben formar parte del gobierno de Israel. Para evitar que la teocracia siga obstaculizando la conducción racional del país, se impone con urgencia separar la religión del estado. Ya en el siglo XVII de nuestra era, el gran filósofo judío Spinoza consideró útil esa separación. Su posición provocó la ira entre los judíos de Holanda, que lo excomulgaron por hereje cuando contaba 23 años de edad.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.
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