domingo, 20 de diciembre de 2009

Los dos frentes

El primer ministro Benjamín Netanyahu ofrece fehacientes indicios que quiere la paz. Lo demuestra la lucha que está manteniendo contra dos frentes difíciles, el externo y el interno. El frente externo es el que lleva a cabo junto al mundo liberal contra el fanatismo musulmán. Por el momento es un problema ideológico arduo de resolver. Convencer a Irán y a los grupos terroristas a los cuales les provee dinero y armas, que corresponde a Israel el derecho de existir en la región, sólo se podrá conseguir reemplazando a sus dirigentes, o ayudando a los factores subversivos intrínsecos que lo quieren hacer y que no faltan.
El frente interno es el que está librando Netanyahu contra el fanatismo religioso que impera en el país. Un fanatismo que cree factible el absurdo de una paz sin entrega de territorios. Es una lucha extremadamente complicada, pues la afronta contra los partidos que lo llevaron al poder y que constituyen mayoría en el gobierno. Es una lucha moralmente dolorosa, porque es contra autoridades religiosas a quienes honra y respeta.
A pesar que, como medida significativa a favor de la paz, sólo se ordenó la interrupción de las construcciones dentro de los territorios en litigio durante el término de diez meses, ya lo consideran traidor y lo amenazan con derribar al gobierno.
La negativa de los colonos a suspender sus construcciones en las colonias, toma caracteres violentos. Las fuerzas encargadas de hacer cumplir lo resuelto, se ven en serias dificultades frente a la resistencia agresiva de los colonos. Algunos rabinos insisten en adoctrinar a sus discípulos que sirven en las fuerzas armadas, a que desoigan los órdenes de sus superiores. Decenas de rabinos declaran que “la lealtad a Dios se encuentra ante cualquier otra lealtad, hacia el Gobierno o el Ejército”. Un verdadero ambiente de caos y subversión en esta primera fase, que por ahora no daña, pues no impide que el gobierno continúe con su política tendiente a reanudar las conversaciones de paz con los palestinos.
Pero esas conversaciones jamás podrán llegar a feliz término, si es que Netanyahu no encara la fase siguiente de su lucha interna: la liberación completa de ocupantes en los terrenos donde de común acuerdo se habrá de levantar al nuevo país árabe.
¿Qué ocurrirá en ese entonces con la coalición que formó el primer ministro? Es atinado pensar que frente al valor que tiene alcanzar la paz, las coaliciones pierden importancia.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel

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