Al margen de lo que los palestinos puedan pensar en relación al proceso de paz en el Medio Oriente, no es descabellado suponer que el gobierno de Israel no esta interesado en conversar con ellos sobre ese tema. Buena cantidad de declaraciones pronunciadas por el primer ministro Beniamín Netanyahu, que resultaron ser condiciones previas inaceptables por los palestinos, han alejado aún más a la ya distante mesa de deliberaciones.
Otra actitud que refuerza esa suposición, es la inoportuna decisión de declarar sitios históricos judíos a la tumba de Raquel en Belén, y la de los Patriarcas en el corazón de Hebrón. Esta declaración ha provocado una natural ira entre los árabes, quienes consideran a la medida como una incautación ilegal de dos lugares ubicados dentro de los territorios en litigio, con los agravantes que la tumba de Raquel incluye a la mezquita de Bilial Bin Rabah, y que la tumba de los patriarcas también es venerada por los musulmanes, quienes comparten con el judaísmo su común patriarca: el bíblico Abraham, según la tradición, allí sepultado.
Si es que Israel quiere vivir en paz con el futuro país de los palestinos y ser su amigo, ¿porqué no compartir con ellos el patrimonio de esos santos lugares?. ¿El Gobierno de Israel quiere o no quiere concertar la paz con sus vecinos?. Si es que quiere, fue ésta una medida errónea, completamente innecesaria que no contribuye en nada al proceso de paz. Fuera de dar su visto bueno a la existencia de dos estados para dos pueblos en el Medio Oriente, Netanyahu no ha hecho nada para acercar a las partes en litigio. Por el contrario, con sus declaraciones sólo ha derramado peligroso aceite al fuego, provocando una tensa y artificial calma cuyo desenlace nadie puede pronosticar. Como consecuencia y para comenzar, importantes disturbios han ocurrido entre árabes y el ejército de Israel en Hebrón y un llamado terrorista a iniciar una tercera intifada. ¿Esa es la paz que el Gobierno de Israel pretende?
Para atraer a los palestinos a conversar y lograr juntos un acuerdo de paz, no es necesario otorgarles peligrosas concesiones por anticipado. Pero tampoco es necesario agregar piedras al sendero con inoportunas medidas, que bien podrían ser presentadas como propuestas sobre la mesa de deliberaciones. Si es que en realidad se quiere conversar con el enemigo, con sólo saber qué no decir, ya se facilita enormemente el camino. Y justamente, el saber qué no decir es lo que le falta a nuestro Primer Ministro. Palabras que no deben ser dichas son suficientes para entorpecer lo que se intenta encontrar. Sus declaraciones sólo sirvieron para alejar aún más, al que se quiere atraer para consolidar con él una paz permanente.
Pero también es factible suponer, como se supuso al principio del artículo, que el Gobierno de Israel no desea conversar con los palestinos y con esa finalidad actúa. Puede ser que siga un plan trazado por las extremas dominantes en su seno, que excluye la reanudación de las tratativas de paz. Llegar a la paz con los palestinos significaría renunciar territorios conquistados durante la guerra de los seis días que, por motivos históricos-religiosos, ellos no tienen ninguna intención en devolver.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
jueves, 4 de marzo de 2010
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