jueves, 28 de enero de 2010

La paz se complica en el medio oriente.

La obligación de los buenos estadistas es obrar siguiendo el sendero que marcan sus propósitos, y saber qué no decir para evitar desviarse de él. Tres declaraciones de nuestro primer ministro han provocado un sentimiento de frustración en los países interesados en la paz y en un amplio sector del pueblo de Israel. A pesar que desde que comenzaron los esfuerzos para proseguir con las deliberaciones de paz, Netaniahu llamó a los palestinos a “conversar sin condiciones previas”, antepuso tres que dan por terminadas todas las esperanza de comenzar a hablar con el enemigo.

En una reciente declaración, dijo: “El este de Jerusalem es parte indivisible de la capital del Estado de Israel”. Inoportuna afirmación que obra como condición previa, cuando bien puede ser un tema a discutir. Al sentirme desprendido de sentimientos ancestrales que están en pugna con la paz, me permito pensar que no agregaríamos ningún riesgo si el nuevo país instalaría allí su capital. Es una zona densamente poblada por árabes, a la que la mayoría de los israelíes se abstiene de visitar. Además se evitaría un masivo aumento de la ya numerosa y problemática población árabe instalada en el resto de Israel. Aunque el número de palestinos que vive en Jerusalem oriental es polémico, en 2008 se estimaba en más de 200.000. ¿Porqué no dejamos este tema para futuras deliberaciones si es que en realidad queremos volver a deliberar?.

También declaró lo siguiente: “El nuevo Estado Palestino debe ser un país desarmado”. Eso lo haría vulnerable a cualquier ataque de grupos terroristas que niegan la existencia del estado de Israel en la zona. Es hacer que el nuevo país se sienta inferior en medio de poderosos leones. Una condición denigrante y suficiente para impedir la reanudación de la tratativas de paz.

En una tercera declaración estableció que “El nuevo país tendrá que albergar una presencia israelí”. Esto es un flagrante atropello a la soberanía de un país amigo, con el cual las relaciones amistosas deben estar basadas en la confianza mutua.

Estas declaraciones y el impune desacato por parte de los colonos a las resoluciones que el Gobierno de Israel optó como gestos a favor de la paz, crean una situación que anula el acercamiento entre israelíes y palestinos.

Es cierto que los palestinos tienen sus propias condiciones previas inaceptables y por mas correctos y condescendientes que seamos, siempre aparecerá un “no” al final de las conversaciones. Pero no veo porqué si los palestinos no hacen nada para llegar a la paz, nosotros debamos comportarnos de la misma manera. ¿Porqué no hacemos ver al mundo que solamente son ellos los culpables de este odioso estancamiento?.

Dos grandes cargas son las causas de esta situación. Con toda seguridad Netaniahu hubiera hablado y obrado de otra manera si no tuviera sobre su espalda la carga de la extrema isreaelí. Y con la misma seguridad se puede afirmar que el pueblo palestino dejaría de pronunciar su famoso “no”, si se pudiera desprender del inmenso peso que es tener a Hamas, Hisballah e Irán colgados de sus hombros.

Esos son los verdaderos y únicos motivos que obstaculizan la paz en la región.

La remoción de la carga israelí, Israel la tiene en sus propias manos y será posible cuando nuestros dirigentes se den cuenta que de nada sirven conductas que obedecen a cuestiones personales; que es conveniente dejar de lado ofensas y arrogancias que son meras estupideces frente a intereses que urgen, y que la solución está en aunar fuerzas para dejar al extremismo laico-religioso fuera de combate.

Convencer a los árabes es mucho mas difícil y no está dentro de las posibilidades de Israel. Sólo el conjunto de potencias libres podrán hacerlo, pero no con palabras. Con palabras nadie podrá convencer a los extremistas árabes que Israel tiene el derecho de existir en el medio oriente. Puede ser que con medidas de fuerza sin llegar a la guerra, se lo logre. Pero el mundo libre no hace lo suficiente en ese sentido. El comercio de armas y la necesidad del oro negro atraen más que la existencia de Israel. Es muy probable que la solución de este problema, resida en hallar e imponer un combustible que reemplace a esa función del veneno llamado petróleo, base del sustento terrorista. No sólo Israel se verá beneficiado, sino toda la humanidad se enriquecerá con las mejoras que ese hallazgo producirá en muchos elementos que le son idispensables.



Samuel Auerbach.

Netanya, Israel.

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