Como ya es rutinario, mi señora y yo salimos una tarde primaveral a pasear por las playas de Natanya y fotografiar los hermosos panoramas que la zona brinda a los amantes de la naturaleza. Cuando creímos que ya era hora de volver a casa, en la vereda de la calle paralela a la playa y pegada al acantilado, alcanzamos ver una buena cantidad de gatos multicolores, unos veinte calculo, todos sentados y en su mayoría observando en la misma dirección. Nos detuvimos. Comencé a tomar fotos desde distintos ángulos y distancias, a lo que me pareció un interesante motivo. En un preciso instante y al unísono, ante mi sorpresa los felinos comenzaron a correr para acercarse a un señor que iba a su encuentro. Mientras el señor caminaba, los gatos lo rodeaban y maullaban como brindándole un saludo de bienvenida. Seguimos con atención la escena para ver su desenlace. El grupo se introdujo en un descubierto recoveco dedicado a recipientes de desperdicios, y allí devoraron en silencio el alimento que ese buen señor arrojó dispersándolo por el suelo. Después de registrar la escena no con poca emoción, me acerqué a ese buen señor para expresarle mi reconocimiento. –Señor mío,- le dije- usted tiene asegurado un lugar preferencial en el paraíso. A lo que él me respondió con la sencillez y modestia de un auténtico benefactor nato: - Estos animalitos me prefieren aquí…
Samuel Auerbach
Natanya, Israel.
domingo, 25 de abril de 2010
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