No comete delito el que celebra la muerte de un primer ministro, como muchos lo hicieron (y lo siguen haciendo) cuando asesinaron a Ytzhak Rabin, pues está usando los derechos que le otorga la libre expresión que impera en Israel. Pero negar la existencia del país en el que vive y odiarlo hasta llegar a pisotear su bandera, excede sus límites. En ningún lugar del mundo civilizado, a excepción de Israel, se tolera tales ofensas inferidas por personas que no se abstienen en usufructuar todos su beneficios. Como si al gobierno le doliera más los delitos económicos que los morales. Es común ver en Israel cómo se procesa judicialmente a religiosos y laicos por defraudaciones o sobornos, pero jamás se vio cómo se castiga por ofender a los símbolos del país en donde nacieron. Muy doloroso para el fiel ciudadano que contribuye con su trabajo al engrandecimiento de su patria, y sabe que los frutos son aprovechados por gentuza que no lo merece. Aparentemente eso no duele a la gente de la actual coalición gubernamental, cuya mayoría la componen diputados y ministros religiosos como lo son, aunque no de la misma secta, los judíos que incurren en aquellos delitos.
¿Es posible, entonces, que esa sea la causa por la cual la autoridad no toma las medidas que corresponden contra esos delincuentes morales, que además son capaces por fanatismo religioso, de denigrar a la mujer y matar y dejar agonizando a indefensos animales prendiéndoles fuego?.
Si se tiene en cuenta que la reclusión carcelaria no es un castigo, sino un medio para aislar a los delincuentes a manera de protección pública, y un intento de restituirlos a la sociedad con la educación y el transcurso del tiempo, no tiene valor alguno encarcelar a los que delinquen por motivos religiosos, pues de nada servirá con los fanáticos cualquier medio de persuasión. La expulsión del país es lo que resta por hacer con ellos. Fuera de Israel no molestarán como pueden molestar, por ejemplo, peligrosos terroristas árabes liberados por un arreglo de canje.
Lamentablemente la autoridad se conforma con sólo observar a las manifestaciones callejeras en donde se lleva a cabo la ignominia de pisotear y quemar nuestra enseña patria, como sucedió recientemente, justamente en el Día de la Independencia.
Samuel Auerbach
Natanya, Israel.
martes, 4 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario