Veremos si encuadrando al conflicto árabe israelí dentro del marco de la medicina, se podrá encontrar su solución.
Este conflicto es una penosa enfermedad que apreció en la zona del medio oriente en el año 1948, es decir hace 61 años, cuando se declaró el estado de Israel. Su etiología: dos cepas de un mismo virus. El virus se llama “extremismo”. Una de las cepas se llama “árabe” y la otra “israelí”. La primera atacó a toda la población de la zona. La segunda, que apareció en el año 1967 después de la guerra de los seis días, sólo atacó a los israelíes. La cepa “árabe”, también llamada “terrorismo”, tiene varias subfamilias, todas ellas muy activas, entre las cuales figuran, en orden de virulencia, Iran, Hamas, Hisballah y Siria. Este virus ha hecho estragos a toda la zona, en especial al pueblo palestino, al que sigue castigando privándolo de elementos esenciales. Muy debilitado, el pueblo palestino clama por una medicina que sólo puede venir del exterior, pero el mundo se la niega. Ya veremos qué medicina es, y el porqué de esa negación.
La cepa “israelí”, también conocida como “la derecha israelí”, se ubica en una zona del cuerpo enfermo llamada “gobierno”. Con sus toxinas ataca a órganos llamados “los territorios” a los que fagocita. Estos órganos contienen anticuerpos indispensables para la curación de la enfermedad. Si no se frena a las toxinas con rapidez, perderán definitivamente su importante papel en el proceso curativo, y la recuperación de la zona se hará extremadamente difícil o nula.
Ahora bien, conocida la etiología de la enfermedad y sus manifestaciones, veremos cómo encarar su tratamiento.
En el caso de la cepa “extrema israelí”, el tratamiento se basará en la aplicación de medicamentos que la expulse del lugar donde se ubica, y si esto no es posible, que la debilite de manera que sus toxinas no impidan el proceso de curación. En este caso es muy aconsejable el uso de una droga llamada “Kadima” que instalada en la zona del cuerpo en donde el virus reside, neutralizará drásticamente su toxicidad.
Respecto a la otra cepa, “el extremismo árabe”, dado a que ya se ha experimentado con distintos medicamentos de persuasión o violencia aplicados in situ y que no dieron ningún resultado, se aconseja un tratamiento basado en la medicación conocida con el nombre “antiterrorismo”. Es un remedio que, al interceptar o anular las substancias con la que se alimenta esa peligrosa cepa, o con otros mecanismos más cruentos, hasta puede llegar a aniquilarla . Ese poderoso medicamento no existe en el medio oriente. Hay que importarlo de un mundo exterior que por el momento se niega a suministrarlo porque también él está enfermo. Un germen que durante mucho tiempo estaba latente, se ha vuelto peligrosamente patógeno y atacó el sano juicio de una gran parte de la población del planeta. Es el conocido germen llamado “judeofobia”, “atisemitismo” o “antisionismo”. Por lo tanto el tratamiento debe estar dirigido, en primera instancia, a eliminar a ese resistente germen de los tres nombres. Con ese fin y por la gran dificultad que presenta su erradicación, se propone a los pueblos sufrientes pedir ayuda al mundo sano que aún queda, para que juntos tomen el caso en sus manos y apliquen alguna medicación basada en métodos de persuasión y esclareciminto. Para que este tratamiento largo y penoso sea bien soportado, es aconsejable que los enfermos del medio oriente se automediquen con píldoras calmantes, como ser las conocidas “Paciencia Mucha” y “Esperanza Infinita”
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel
sábado, 4 de julio de 2009
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