viernes, 3 de julio de 2009

¿Organizaciones humanitarias?

Otra vez el antisemitismo, vestido de Cruz Roja y de Amnistía Internacional, arremete contra Israel.

Cuando en nuestro sur, los habitantes tuvieron sólo contados segundos para resguardarse de los mortíferos misiles que se lanzaban desde Gaza, la Cruz Roja no se inmutó. Durante ocho años no levantó su voz por los niños, mujeres y ancianos israelíes que fueron víctimas de esos mortales proyectiles.

La Cruz Roja hoy delata a los niños traumatizados en Gaza, pero ignora los traumas psicológicos que manifiestan nuestros niños en Sderot, como resabio de lo que fue esa incesante lluvia de bombas. Culpa a Israel por la desastrosa situación reinante en Gaza, cuando fue Hamas quien la causó con sus mortales e incesantes provocaciones. Durante ocho años la Cruz Roja no trató de averiguar cómo se vivía en el sur de Israel, en donde un millón de israelíes no cerraron sus ojos durante las 24 horas del día. Tampoco a la Cruz Roja le importó cuando Hamas, único causante de la desgracia de su propio pueblo, arrojó a sus civiles a la muerte al usarlos como escudo humano y negándoles refugio, ni le molestó que los terroristas continuaran arrojando misiles mientras duraba la contienda, para aumentar más y más el número de víctimas con el estudiado propósito de obtener el apoyo del mundo a su causa y despertar el odio a Israel.

Hoy no escuchamos de la Cruz Roja Internacional ni una palabra de censura a Hamás que, desprovisto del mínimo remordimiento y amor a su gente, no hace nada para mejorar la situación de la sufrida población de Gaza; ni siquiera escuchamos el menor reproche a ese grupo de desalmados, por el fracaso de la visita humanitaria que la Cruz Roja intentó efectuar a Gilad Shalit, el soldado israelí secuestrado por ellos hace más de tres años.

Dos días más tarde volvió a manifestarse el antisemitismo mundial, ahora en forma de Amnistía Internacional

Creer todo lo que Hamas delata y poner en duda lo que Israel informa, es la parcialidad elevada a la máxima potencia. En cierta forma se justifica. Los daños se palpan, los hechos hay que demostrarlos, especialmente cuando hay tendenciosidad. Aún así, si esa honorable institución hubiera puesto en la balanza su memoria, el veredicto hubiera sido otro o, en último caso, no se hubiera pronunciado. Con seguridad recuerda que si Hamas suspendía el lanzamiento de sus mortíferos misiles, Tzahal, el Ejército para la defensa de Israel, hubiese detenido de inmediato las acciones. Nadie olvida cuántas veces Hamas rompió las treguas con el claro fin que Israel ataque y produzca muerte y destrucción. Pero la parcialidad frena a los recuerdos.

El culpable no es el proyectil, sino quien apretó el gatillo. Y el que apretó el gatillo con sus provocaciones fue Hamás, con la clara finalidad que el mundo censure al “agresor” sin importarle el precio que su pueblo pagaría. Hamas, único culpable, invitó al ejército israelí a que dirija el poderío de sus armas hacia sus propias mezquitas, escuelas, hospitales e instituciones cebadas con municiones y armamentos. ¿No se da cuenta Amnistía Internacional que también ella cayó en esa trampa que Hamas para su favor tendió al mundo?. Israel no pensó en trampas ni censuras. Como era su deber, sólo pensó en el bienestar de un millón de israelíes que lloraban en el sur del país. Defendió a su pueblo sin importarle esa crítica mundial, que no se movió durante ocho años de incesante bombardeo unilateral. ¿Es esto imparcialidad? Claramente no lo es. Simplemente es judeofobia que, esta vez como otras tantas veces, vuelve a manifestarse disfrazada de organización humanitaria.

Samuel Auerbach

Netanya, Israel.

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