sábado, 7 de noviembre de 2009

Parte de los israelíes no admiten la discrepancia

No todos los israelíes están convencidos que el presidente Obama no apoya a Israel y ni vela por su seguridad. Si su intervención aún no logró un avance en el proceso de paz, es en parte debido a las dificultades que anteponen los israelíes que sueñan con una paz sin entrega de territorios. Un absurdo que no cabe en mentes que saben emplear la lógica cuando piensan. Tal es la mente de Obama; por eso lo consideran pernicioso para Israel. Tal fue la mente de Itzjak Rabin; por eso él ya no está entre nosotros.
Los israelíes que creen que podemos prescindir del apoyo americano, los que piensan que la muerte de Rabin fue necesaria pues con ello se alejó el peligro que corría la recuperación del bíblico Reino de Judea y Samaria, son aquellos que en estos momentos tienen representación mayoritaria en el Parlamento israelí.
No todos los pueblos tienen los Gobiernos que se merecen. Pienso como muchos, que Israel tiene el derecho a un Gobierno que coloque a la paz por encima de toda pretensión material, especialmente si se tiene en cuenta que sus habitantes pertenecen al pueblo judío, que desde hace siglos no sabe qué significa vivir con tranquilidad. Rabin lo tenía muy presente y no lo ocultaba. Lo pregonaba por doquier, a pesar del peligro que con ello su vida corría. Su valentía, su nobleza y su honradez política le costaron la vida. Heroico soldado así como lo fue en las luchas armadas, así murió heroicamente luchando por la paz de su pueblo.
No es extraño que esos israelíes consideren enemigos de Israel al titular de la Casa Blanca y a las potencias occidentales que ofrecen su sana intervención en el proceso de paz. Esos israelíes no admiten otros pensamientos que no sea los suyos.
Acusan violentamente de enemigo al que piensa distinto, porque sus ideas están basadas en sentimientos en vez de serlo en justos criterios. En realidad son esos israelíes los verdaderos enemigos de la paz al pretender recuperar antiguos reinos.
Ya lo dije una vez: los sentimientos no admiten discusión. Sus convicciones son producto de manifestaciones anímicas fuertemente arraigadas en el subconsciente desde tiempos pretéritos que, con el poder que les ofrecen sus escaños, se empeñan en concretar.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.

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