Ven, siéntate al lado mío y conversemos como dos amigos. Dentro de unos días cumpliré un año más y pensé qué mejor para celebrarlo, que contribuir a abrir una nueva página en nuestras relaciones. Sé que me odias y que no aceptas mi amistad. Es por un rato corto solamente. Yo no te odio y aunque sea judío no creas que te perjudicaré si te sientas a mi lado para charlar. Al contrario, quiero ayudarte porque sé que estás enfermo aunque tú no lo sepas.
Quiero ayudarte a eliminar de tu cuerpo una espina maligna que no te deja razonar. Una espina que segrega un veneno que obnubila y te oculta el saber que soy un ser como todos los seres humanos. Ni mejor ni peor que los demás. Con sus mismos defectos y sus mismas virtudes.
Tienes clavada una espina maligna que hace que me odies, sin que tengas motivos ni te interese encontrarlos. Que hace que aseveres historias improbables que me culpan, y no quieras saber de verdades que me absuelven. Que siempre me recrimines los daños que alguna vez te pude haber producido, sin que jamás recuerdes la inmensa cantidad de bondades que durante el transcurso de los siglos te brindé. Las heridas que te pudieron haber causado los errores y los males que se me deslizaron, son las mismas heridas que por los mismos errores y los mismos males, gentiles como tú, tantas veces te laceraron. Pero tu enfermedad hace que sólo a mí me juzgues y me lo reproches.
¿Te das cuenta ahora de qué manera esa espina que quiero ayudarte a extirpar, no te deja pensar como deberías, y te hace actuar injustamente? Te diré, aunque te duela, que estás muy enfermo de antisemitismo. Así se llama esa horrible y milenaria enfermedad que tú padeces, que me daña y te daña. Me daña y hasta peligra mi vida durante sus crisis. Te daña porque te envenena con odio, y el odio es uno de los peores sentimientos. Odio es el antónimo de amor. Feliz es el que ama, desdichado el que odia.
Pero... ¿alguna vez te preguntaste a tí mismo cómo y porqué te enfermaste?. Nunca te lo preguntaste porque esa enfermedad, que ataca a la zona cognitiva del cerebro, hizo que nunca supieras que estabas enfermo. Es por eso que yo quiero darte una mano. Puede ser que sea útil el explicarte cómo se produce. Escucha bien. Es una enfermedad que se inculca tempranamente a través de una persistente educación impartida por educadores atacados por la misma enfermedad. Una vez inculcada, se instala en el subconsciente como una espina clavada en profundidad, como son todas las ideas que se absorben en la niñez.
Reconozco que a pesar de mi ayuda, te será dificil curarte. Aunque sea por un instante, trata de no odiarme. Sé que te será muy dificil imaginarte que ya no guardas más esa espina. Pero si lo logras hacer, te darás cuenta qué necio fuiste y cuán equivocado estabas cuando conceptuabas a este judío sentado al lado tuyo, que ama a la paz entre los hombres, que no te odia y detesta que lo odies. Este judío que siempre soñó con ser tu amigo.
Samuel Auerbach.
Netanya, Israel.
lunes, 14 de septiembre de 2009
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