martes, 8 de septiembre de 2009

El timonel mejoró su rumbo.

El giro hacia la izquierda que Netanyahu dio a su política, originó claras demostraciones de aprobación en el mundo occidental, y una reacción adversa en los grupos que facilitaron su ascenso al poder. Se ha llegado a una situación semejante a la que provocó la ruptura del Likud en el año 2005, y que dio motivo al nacimiento de Kadima liderado por Ariel Sharón. Cabe recordar que en aquel entonces, los disidentes del likud capitaneados por Benjamín Netanyahu, provocaron esa ruptura partidaria en respuesta a las declaraciones pronunciadas por su líder por las que aceptaba otorgar “dolorosas concesiones” al enemigo y por llevar a cabo un plan de retirada unilateal israelí. Ahora Netanyahu está viviendo una situación parecida a la que Sharón vivió en aquel entonces. El admitir el principio “dos estados para dos pueblos”, las promesas de desmantelar las colonias ilegales y congelar las nuevas construcciones en los territorios, sobrepasaron el cupo de paciencia que la derecha estaba soportando. Miembros de la derecha, entre los que se encuentra el presidente del parlamento Reuvén Rivlin, comenzaron a levantar su voz de protesta. ¿Les causarán más adelante a Netanyahu lo que Netanyahu le causó a Sharón?. El giro del primer ministro lo hace factible.

La historia se esta poniendo interesante. Una posibilidad es que la derecha siga tragando saliva y mordiéndose los labios como lo hicieron hasta ahora, con tal de no abandonar el gobierno y verse gobernada por la izquierda. En caso que los nuevos disidentes se retiren de la coalición, no creo que Netanyahu forme un nuevo partido como lo hizo Sharón. También descarto que a último momento se produzca un marcado arrepentimiento de su parte, que en nada contribuiría a su buen nombre en el ámbito internacional, a pesar del zigzagueo demostrado últimamente que mucho enojó a Obama, su socio en lograr la paz en la zona. Quedan dos alternativas: Una muy poco probable, llamar a nuevas elecciones, y la otra más factible, mantener su liderazgo volviendo a ofrecer su ingreso al gobierno a Tzipi Livni y su partido Kadima, cuyos postulados no se alejan en mucho a los que actualmente orientan a Netanyahu. En este caso no podrá oponerse en aceptar lo que una vez le negó: alternar con ella la jefatura del país, si es que ella aún insiste. El giro que Netanyahu le dio a su timón, ¿fue en respuesta a presiones externas?, ¿fue en realidad un cambio en su manera de pensar o una maniobra que tenía prevista?, ¿usó a la derecha sólo para llegar al poder?. La inteligencia y sagacidad demostrada por el primer mandatario en otras ocasiones, ponen a estos interrogantes en la lista de posibilidades.
Samuel Auerbach,

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