sábado, 9 de mayo de 2009

No hay peor ciego que el que no quiere ver.

La guerra que el grupo terrorista islámico Hamás provocó en Gaza, obtuvo los fines que ellos se propusieron. Su astuto y siniestro plan no fracasó. El objetivo era enardecer a los que apoyan su causa, y obtener el repudio y la condena de Israel a toda costa. Lo consiguió en un importante sector del mundo que aún mantiene sus ojos cerrados frente a la realidad. Un importante sector del mundo que no quiere ver que los ocho años de continuos bombardeos, fueron una clara invitación a Israel para que comience a actuar en defensa propia, y haga caer a la mayor cantidad posible de inocentes que ellos mismos empujaron a la hoguera. Está demostrado. Los escudos humanos a punta de pistola, los arsenales en las viviendas particulares, en los edificios públicos, en las escuelas, en los hospitales y en las mezquitas, son una prueba clara de esa premeditada y maquiavélica estrategia. Ese importante sector del mundo no quiere ver que cayeron muchos inocentes porque sus propios correligionarios les impedían escapar, haciendo vanas las continuas advertencias que el ejército israelí varias veces les dirigió.

El resto del mundo que mantiene sus ojos bien abiertos, sabe que los que los cierran para no ver cómo Hamás sacrificó alevosamente a sus hijos en aras de inaceptables ideas, se convierten en sus aliados, en cómplices que en la profundidad de su ser, no descartan la desaparición del estado de Israel como solución al conflicto árabe-israelí, tal como lo sueña Hamás, Irán, Hisballah, etc., etc., etc.
Samuel Auerbach
Netanya, Israel.

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