viernes, 29 de mayo de 2009

No tener esperanzas es morir un poco.

El futuro de Israel es vista por muchos judíos de allende los mares, con decepción y preocupación. Las tratativas de paz que no llegan a su fin, las guerras y los atentados que no cesan, les hacen creer que los israelíes sienten lo mismo. Pero la realidad es otra. ¿Acaso se olvidaron que los judíos tenemos algo que llevamos muy adentro desde que se derribaron los templos que nos hace felices?. Es algo que nos saca de la penumbra y nos hace ver la luz por lejos que esté. Ese algo se llama ESPERANZA que es lo último que perderemos porque cuando falta, se muere un poco. Todos aquí estamos esperanzados en que, tarde o temprano, no tendremos enemigos en derredor. Con ese sentimiento nació el Estado de Israel. Lo demuestra su himno, “Hatikva”.

Es cierto que seguiremos en estado de guerra durante no sé cuanto tiempo más. Pero vivimos tranquilos porque la esperanza es el motor que pone en acción la fuerza necesaria para ser dichosos en la dversidad, adversidad que se neutraliza en nuestros corazones por la dicha de vivir en un país en el que todo su contenido es nuestro, en el que los judíos somos mayoría, en el que nadie nos denigra por el sólo hecho de serlo, en el que nuestros hijos se crían en igualdad y libres de prejuicios, en el que los soldados de su glorioso ejército arriesgan sus vidas para defendernos cuando es necesario. Mientras que a esos judíos de allende los mares, con peligrosos fanáticos que rodean sus hogares y lastiman su alma, los insultan, los subestiman, y los amenazan de muerte, ¿quién los defiende?. ¿Existe alguien allí con posibilidad de detener a esas hordas antisemitas, o simplemente, de hacerlas callar?. Nuestra preocupada diáspora no debe olvidar que la pequeña Israel es el único hogar que tenemos los judíos. Esperanza mediante, la luz de la paz brillará en su cielo.

Samuel Auerbach

Netanya, Israel.

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