En un documento que la policía de Israel presentó a la justicia, ésta recomendó, dadas las pruebas acumuladas en su contra, enjuiciar a Ehud Olmert a causa de varias infracciones a la ley llevadas a cabo por él en el pasado, mientras ejercía otras funciones públicas. Como lo había prometido en el caso de que esto sucediera, el primer ministro acaba de presentar su renuncia al presidente Shimon Peres.
Los cargos presentados son graves. Si el primer ministro era consciente en aquel momento de lo que hacía, doble culpa al aceptar la tan alta investidura sabiendo que la ensuciaría. Si infringió la ley sin saberlo, el desconocimiento de la ley no es un descargo. Si no la infringió, lo tendrá que demostrar. Si lo demuestra, se le rendirán los honores correspondientes a modo de disculpas. Cualquiera de estas posibilidades no justifica investigar a una persona que está cumpliendo con plena honestidad su tarea, y dentro de ella, la tan importante misión de obtener una paz duradera con el ancestral enemigo. Los postulantes a altos puestos gubernamentales deberían ser investigados hasta la última instancia, en el momento de ser presentada su candidatura, estableciendo plazos para anteponer denuncias y mostrar antecedentes que lo harían inapto para el cargo. Esto traería aparejada además, la ventaja que personas poseedoras y conscientes de un bochornoso pasado, renuncien a sus pretenciones de ser elegidos. En cambio, investigar y poner frente a la justicia a funcionarios mientras estén en plena tarea gubernamental, es entorpecer la gestión encomendada y avergonzar al país, en especial cuando los cuestionados ocupan cargos tan importantes, como ser la primera magistratura o la presidencia. De esta última, Israel aún conserva un muy mal recuerdo.
Flota dentro de las esferas políticas, la idea de presentar un proyecto de ley tendiente a evitar esas desgradables situaciones. De acuerdo a ella, no se podrá investigar a ningún funcionario durante el tiempo que dure su mandato. Una medida aunque muy saludable, no ha de borrar el feo sabor de saber que el país fue gobernado por infractores, si es que eso se descubre después de terminada su gestión.
Por otro lado es natural pensar que una vez abandonado el cargo, a nadie le interesará presentar denuncia alguna en su contra. A esto también se le llama política...
El hecho es que el primer ministro renunció. Inmediatamente se realizaron elecciones en el seno del partido que gobierna para elegir el reeplazante. Se presentaron cuatro candidatos: tres hombres y una mujer. Para gran alegría del sexo femenino y de la gente que la apoya, triunfó la mujer sobre los tres machos: Tzipi Livni, la segunda mujer en la historia de Israel al frente del país. La primera fue la recordada Golda Meyer. Por supuesto, no todos están conformes. Muchos alegan, en especial la oposición, que no es posible que un pequeño grupo de votantes dentro de un partido, decidan quién ha de gobernar al pís, exigiendo en concecuencia eleccciones generales.
Samuel Auerbach
Netanya
Israel
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